Por Arturo González González
Uno de los vicios más comunes en nuestra época es la simplificación de los fenómenos sociales, políticos y económicos. Como si la realidad fuera una serie o película, existe una poderosa tendencia a creer que todo se reduce a un asunto de buenos y malos, de blanco y negro. La realidad no es así. Menos cuando hablamos de geopolítica. Para tratar de comprender la guerra en Ucrania hay que reconocer primero sus múltiples factores, poner de relieve las claves evidencian las raíces de un conflicto en el que los principales perdedores son los civiles.
Rusia. El país más grande del mundo fue, como entidad hegemónica de la URSS, una potencia mundial durante la mitad del siglo XX. El colapso soviético de 1991 dejó a Rusia empequeñecida económica y políticamente, con menos territorio y capacidades materiales. Ucrania y otras 13 repúblicas se independizaron del poder central de Moscú; algunas de ellas han entrado con éxito en la esfera de Occidente, otras siguen vinculadas de alguna manera a Rusia. Al desastre de la era Yeltsin siguió la era Putin, que se mantiene hasta hoy. Tras dos décadas de putinato, Rusia es una potencia media en lo económico, pero con grandes capacidades militares, nucleares y energéticas (gas y petróleo) que, en el revisionismo histórico del régimen, reclama su regreso a la posición de elemento de peso en las decisiones de Eurasia y el mundo, bajo la nostalgia del pasado imperial de los zares y el poder soviético. Aunque es de iure una democracia representativa multipartidista, el presidente y su partido ejerce de facto un poder altamente concentrado con escaso margen para la oposición. Es el país agresor en la guerra que se libra en estos momentos en Ucrania.
Putin. Ha ejercido el poder desde finales de 1999 como presidente y cuatro años como primer ministro. Hizo su carrera en el servicio secreto, primero en el KGB soviético y luego en el Servicio Federal de Seguridad ruso, que dirigió mientras era secretario del Consejo de Seguridad Nacional hasta ser nombrado presidente tras la renuncia de Boris Yeltsin. Aplastó la rebelión en Chechenia, combatió frontalmente el terrorismo separatista y sometió a los oligarcas rusos que controlaban de facto el gobierno, acciones que le dieron popularidad. Aprovechó los altos precios de los hidrocarburos de la primera década del siglo XXI para estabilizar y expandir la economía y renovar las Fuerzas Armadas. Intervino militarmente en Georgia en 2008 a favor de las repúblicas prorrusas separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, momento en el que comenzó a profundizar su distanciamiento con Occidente. Tras la destitución del presidente ucraniano Víctor Yanukovich, cercano a Rusia, Putin impulsó en 2014 la anexión de la península de Crimea, que era de Ucrania, y brindó ayuda a regiones separatistas prorrusas, lo que derivó en fuertes sanciones aplicadas por Occidente. En 2015 intervino en Siria para respaldar al gobierno de Al Asad que enfrentaba una rebelión apoyada por Occidente y una insurgencia terrorista. Putin ha sido señalado por países europeos y EUA de atentar contra enemigos del régimen dentro y fuera de Rusia y de influir en los procesos electorales de varias democracias, lo que ha derivado en más sanciones.
Ucrania. Fue el tercer país más grande de la URSS y el segundo más poblado, gran productor de granos y energéticos, de los cuales también es zona de paso. En el territorio ucraniano surgió la primera gran federación eslava hace poco más de un milenio, la Rus de Kiev, motivada por el comercio que el Imperio Romano de Oriente impulsó hacia el mar Báltico para compensar su pérdida de influencia en el Mediterráneo frente a los musulmanes. Rusia y Ucrania tienen un mismo origen, aunque de hecho el desarrollo de Kiev es anterior al de Moscú, que terminó por hegemonizar el mundo eslavo. Desde su independencia en 1991, Ucrania se ha debatido entre seguir perteneciendo a la esfera de influencia de Rusia o iniciar un camino hacia su integración a la Unión Europea y Occidente. En 2013-2014, una revuelta popular (conocida como Euromaidán), impulsada por la oposición política al régimen prorruso, sectores europeístas y algunos grupos ultraderechistas, condujo a la destitución del presidente Yanukovich y la creación de un nuevo gobierno proeuropeo encabezado por Petró Poroshenko, quien gobernó hasta 2019, cuando fue derrotado en las elecciones por Volodímir Zelenski, actual presidente y también partidario de la incorporación de Ucrania en la esfera de Occidente. Desde 2014, Ucrania enfrenta la anexión de Crimea por parte de Rusia y una guerra separatista en la región este del Dombás, en donde habita una numerosa población rusa. En 2015 se firmaron los Acuerdos de Minsk entre Rusia, Ucrania, Alemania y Francia para tratar de dar un cauce diplomático al conflicto. Tanto Rusia como Ucrania se han acusado de no respetar los acuerdos, mismos que con la guerra actual han quedado invalidados. Además de buscar adherirse a la UE, Ucrania también ha abrigado la idea de unirse a la Organización de Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que encabeza EUA, algo que Rusia dice no estar dispuesta a permitir.
OTAN. Se trata de la alianza militar más poderosa del mundo y aglutina a 30 países de Europa y Norteamérica, entre ellos EUA, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania e Italia. Nació en 1949 como un sistema de defensa colectiva para proteger a Europa Occidental de la amenaza de conflicto con la URSS. Al colapsar ésta, la alianza pareció perder su sentido original, pero en 1995 realizó su primera intervención militar directa en la antigua Yugoslavia en contra de Serbia. También tuvo alguna participación en la guerra contra Irak de 2002, aunque de forma más limitada que la observada en la guerra de Afganistán de 2003. En 1999, la OTAN inició su expansión hacia Europa del Este, antigua zona de influencia de la URSS. Rusia, que se asume como heredera de la Unión Soviética, ha mirado con recelo el expansionismo de la OTAN por considerar que representa una amenaza para su integridad territorial e, incluso, su propia existencia. Bajo esta perspectiva, la integración de Ucrania en la Alianza Atlántica es intolerable para Moscú, ya que se trata del país con el que comparte la frontera más grande en Europa, lo que equivale a poner las tropas de la OTAN a las puertas de Rusia. Por su parte, la OTAN y Ucrania defienden el derecho soberano del país a decidir libremente su adhesión a cualquier alianza. No obstante, la integración de Ucrania en la poderosa alianza militar se veía lejana incluso desde antes de la guerra, ya que un requisito es que los países candidatos no enfrenten disputas territoriales, como es el caso.
La próxima semana hablaremos de otros factores relevantes, tales como la hegemonía estadounidense, el gas, la emergencia de China y el temible factor nuclear.