Escenarios de una extraña y peligrosa guerra

Por Arturo González González

Las tensiones en Ucrania que involucran a Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia, constituyen la peor crisis de seguridad en Europa desde la Guerra Fría. Frente a los ríos de información que fluyen en estos días sobre el pulso que tiene a buena a parte del mundo en vilo, es importante parar un poco para reflexionar y explorar escenarios.

El destinatario del despliegue ruso no es sólo Ucrania, sino Europa. La amenaza está dirigida a orillar a las potencias europeas a convencer a Estados Unidos de negociar un nuevo marco de seguridad para Europa considerando las demandas de Rusia, las cuales implican detener la expansión de la OTAN hacia el Este y el repliegue de la misma a las posiciones de 1996, antes de la integración de países de la vieja esfera soviética.

Como parte de la doctrina dura de Rusia es no permitir que Ucrania se occidentalice, es decir, entre en la OTAN, si Estados Unidos y la Unión Europea no se desisten de integrarla, el presidente ruso Vladimir Putin buscará sus propios medios para evitarlo, como ya ha advertido. Una manera de lograrlo es a través la reactivación del conflicto en el Dombás, al Este de Ucrania, en donde las repúblicas separatistas de Lugansk y Donetsk mantienen una guerra contra el régimen de Kiev. Si la situación empeora, Rusia pudiera intervenir en esa región y poner un pie en Ucrania, lo cual alejaría la posibilidad de este país de integrarse a la OTAN, que por regla no puede aceptar en sus filas a países inmersos en conflictos vigentes u ocupados parcialmente.

Pero la tensión actual en Ucrania no sólo sirve a Putin de escaparate a su poder bélico y a la proyección mundial de sus demandas de seguridad. El presidente estadounidense Joe Biden también gana algo al recuperar para su país el liderazgo de la OTAN que se había minado durante el gobierno de Trump, quien se encargó de dinamitar la confianza en la organización. Al denunciar de forma insistente las movidas reales o posibles de Rusia, Estados Unidos obliga a sus aliados a tomar posición, cerrar filas y ponerse nuevamente bajo el paraguas de Washington, con todo lo que eso implica. Y es que la tensión se da en un momento en el que la Unión Europea se plantea buscar una mayor autonomía en la política exterior y de defensa, es decir, desmarcarse un poco de la visión geopolítica de su aliado americano. Frente a la amenaza rusa, esos planes quedan postergados.

Aún más. La autonomía de la Unión Europea implica desarrollar sus propios armamentos y equipos bélicos para dejar de depender de la industria armamentista estadounidense. Sin embargo, la posibilidad actual de un conflicto en Europa Oriental les obliga a armarse recurriendo a su viejo proveedor que ya tiene listos los pertrechos, mismos que ya están siendo enviados a países europeos del Este y la misma Ucrania. En este sentido, la industria bélica de Rusia también gana al mostrar sus capacidades y artefactos a los mejores postores distantes o rivales de Occidente que, en un clima de inestabilidad y desconfianza como el que se vive, buscan armarse sin tener que comprar a los fabricantes de Estados Unidos y sus aliados.

El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, también ha sacado raja con la crisis ucraniana, al menos de momento. Y es que su participación activa en la denuncia de los movimientos de Putin ha hecho que la opinión pública y la prensa se distraigan de los escándalos de las fiestas en las que él y buena parte de su equipo participaron durante los meses más duros del confinamiento por la pandemia, y que lo tenían contra las cuerdas.

Otro personaje que algo obtiene de todo este ajetreo militarista es Xi Jinping. Al presidente de China el pulso de Rusia con Occidente por Ucrania le sirve como experimento de campo para medir las capacidades de respuesta de EEUU y sus aliados ante un posible endurecimiento de la posición china en Taiwán y el Mar de China Meridional, de donde Pekín quiere alejar a la flota de Washington. Aquí hay que poner mucha atención a las maniobras que pueda hacer el régimen de Xi una vez que concluyeron las Olimpíadas invernales. Y no se debe soslayar el hecho de que el mandatario chino se ha puesto claramente de parte de su amigo Putin en el pulso que mantiene con la OTAN.

Quienes poco pueden ganar y sí perder mucho son los países miembros de la Unión Europea. Y es que varios de ellos están en una posición sumamente comprometedora de doble dependencia: para su seguridad dependen de la OTAN que lidera EEUU, pero para el suministro de energía dependen de Rusia que les provee la mayor parte del gas que consumen. Es decir, entre la espada y la pared. Es el caso de Alemania. Si se dejan llevar por Estados Unidos y aplican duras sanciones a Rusia, pudieran ver cortado el flujo de combustible. Si, por el contrario, intentan conciliar con Moscú, se exponen al regaño de Washington. Por si fuera poco, de estallar una guerra a gran escala, ésta ocurría en su mayor parte en suelo europeo.

Pero el peor escenario, sin duda, lo enfrenta Ucrania, un estado ya fracturado. Perdió Crimea en 2014, cuando Rusia se anexionó la península, y padece una guerra civil desde hace 8 años en la región oriental del Dombás, donde se ubican las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk, pobladas de una buena cantidad de rusos étnicos. El territorio ucraniano está atravesado por gasoductos que llevan el gas de Rusia a Europa Central y Occidental, lo que deja una importante derrama económica por los derechos de vía. Pero desde que en 2014 el régimen prorruso en Kiev fue derrocado y sustituido por un gobierno menos afín a Moscú, Putin ha buscado dejar de bombear gas a través del suelo ucraniano. Para eso es precisamente el gasoducto Nord Stream 2, en el mar Báltico; una vez autorizado, llevará combustible de Rusia a Alemania directamente. Aunque ya está listo, las tensiones actuales lo tienen parado y en riesgo, lo cual, si bien representa una ventaja para Ucrania, es difícil pensar que Kiev ponga en riesgo su propia existencia como estado con tal de evitar que ese gasoducto entre en operación. Tampoco es plausible que, aunque lo desee en verdad, Ucrania crea que puede recuperar Crimea con el apoyo de la OTAN, ya que Estados Unidos ha dicho que no piensa mandar tropas. Todos estos escenarios indican que, al momento, a Ucrania le toca jugar el trágico rol del eslabón más débil de la cadena de la seguridad de Europa, con casi nada por ganar y todo que perder.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.