Isabel II y las mutaciones del imperio

Por Arturo González González

“Dios Salve a la Reina. El régimen fascista. Ellos te hicieron un tonto, una potencial bomba H. Dios Salve a la Reina. Ella no es un ser humano. No hay futuro en el sueño de Inglaterra”. Era el 7 de junio de 1977. Isabel II celebraba su jubileo de plata en el Palacio de Buckingham. Por el río Támesis navegaba una ruidosa barcaza, la “Queen Elizabeth”, con los cuatro integrantes de la banda de punk Sex Pistols. La estridente voz de Johnny Rotten cantaba las frases de su más reciente sencillo: God save the Queen. Era su forma de “festejar” a su majestad. La policía terminó abordando la barcaza de los Pistols para mandar a la cárcel a los cuatro roqueros por insultar y desafiar a la más emblemática monarquía de Occidente. Este hecho anecdótico es apenas una muestra de los altos contrastes de la vida en el Reino Unido durante el extenso reinado de Isabel II, contrastes que se deben poner de relieve en medio de las reverencias medievales que abundan dentro y fuera del ámbito de su influencia.

Isabel II era ante todo un símbolo viviente. Su poder fue más influyente que efectivo, herencia de una monarquía acotada por el Parlamento, que es el órgano del que emana el “Gobierno de Su Majestad”, ante el cual se coloca “La Muy Leal Oposición de Su Majestad”. Desde la Revolución Gloriosa de 1688, el absolutismo quedó erradicado de Inglaterra y fue sustituido por un régimen parlamentario que se ha ido consolidando a lo largo de tres siglos. La monarquía británica adquirió un carácter simbólico nacional con una influencia real que no siempre se traduce en decisiones del gobierno. Por eso, aunque parezca extraño, RU se considera un sistema político democrático aun teniendo una forma de gobierno monárquica. Históricamente, el carácter simbólico de sus monarcas los ha mantenido alejados de la discordia política que se vive con intensidad en el Parlamento, en donde conservadores y laboristas dominan hoy el discurso. Son más comunes las expresiones de escarnio contra parlamentarios o ministros que contra los reyes. Por eso, la acción de los Pistols, censurados en su época, tuvo una resonancia particularmente especial.

Los 70 años de reinado de Isabel II —el tercero más largo de la historia, sólo detrás del faraón Pepi II y el rey Luis XIV— estuvieron marcados por cambios profundos en la relación del RU con el mundo y en la sociedad británica. Quince primeros ministros formaron gobierno en su nombre, diez conservadores y sólo cinco laboristas. Cuando, tras la muerte de su padre Jorge VI en 1952, fue proclamada reina, Churchill se encontraba a la cabeza del ejecutivo en su segundo y último mandato. Era la posguerra. Europa estaba devastada por dos guerras mundiales y la peor crisis capitalista hasta entonces. Los destinos del mundo ya no estaban en manos de los viejos estados imperialistas europeos, sino en los hombros de dos nuevas potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética, quienes iniciaban su Guerra Fría. La Guerra de Corea estaba en curso. China, doblegada por los británicos en el siglo XIX, acababa de incorporarse al bloque comunista. La gloria del Imperio británico, que llegó a regir sobre una cuarta parte del orbe y a construir una hegemonía de casi siglo y medio, era cosa del pasado. La India, joya de la corona inglesa, se había independizado. En la periferia de ese otrora poderoso imperio colonial, y de otros estados europeos imperialistas, se libraba una de las revoluciones más trascendentes del siglo XX: la descolonización. Entre 1919 y 1997, 71 territorios proclamaron su independencia del RU, de los que 53 lo hicieron durante el reinado de Isabel II, quien dedicó la mayor parte de su tiempo en convertir a ese imperio desmantelado en parte de la Mancomunidad de Naciones que hoy suma 54 países.

Si algo caracterizó a la reina recién fallecida fue su propensión a adaptarse a los cambios que se sucedían alrededor suyo. Una de las primeras crisis que enfrentó fue la del Canal de Suez en 1956, cuya nacionalización por parte de Egipto motivó la intervención del RU y Francia. Isabel II firmó sin estar de acuerdo la orden de despliegue de tropas; sabía que la comunidad internacional se volcaría contra la medida. Aunque la operación fue un éxito para la coalición occidental, la presión de EUA y la URSS obligó a británicos y franceses a retirar sus tropas. Quedó claro, entonces, que RU ya no era una superpotencia. Fue el colofón de la hegemonía británica. Pero al imperio territorial y político le siguieron otros dos: el financiero y el cultural. Gracias a las condiciones fiscales extraordinarias de la City de Londres (gobernada por un poder privado), y apalancado en la influencia que aún tenía sobre sus antiguos territorios de ultramar, el corazón del RU se convirtió en el centro de una red financiera global que prevalece hasta hoy. Y a partir de los años 60 Gran Bretaña construyó un influyente poder blando basado en la música —rock y pop, principalmente—, el cine y la televisión, con la BBC como barco insignia. Gran parte de la vida social, política y monárquica del RU es conocida en el mundo gracias a canciones, películas y series que le han dado la vuelta al mundo, junto con símbolos culturales como The Beatles, James Bond, Sherlock Holmes y la propia Corona. El poder real perdido se anidó en el dinero y la cultura de masas.

El reinado de Isabel II coincide con la instauración del Estado de Bienestar en los 50 y su desmantelamiento en los 80 por las políticas neoliberales de Margaret Thatcher. La desindustrialización gradual de Inglaterra, la crisis del petróleo en los 70 y la estanflación consecuente generaron un caldo de cultivo de descontento en todo el RU, principalmente en el alicaído sector obrero. Es precisamente de este sector del que surgen el punk y los Sex Pistols que hicieron de la frase “no hay futuro” el lema de toda una generación. En la misma década y en plena crisis, RU se unió a la Comunidad Europea, que en 1993 se convertiría en Unión Europea, sin tocar los intereses del imperio financiero de la City. Su reinado atravesó otras guerras emprendidas por distintos gobiernos en su nombre, por ejemplo, las Malvinas, Irak y Afganistán, estas dos últimas acompañando a EUA y sufriendo las consecuencias de su intervención al volverse blanco de ataques terroristas. Además de guerras y atentados, el siglo XXI trajo una nueva crisis, la de 2008, y renovados aires de desencanto que reavivaron el nacionalismo que arrastró al RU fuera de la UE en 2016. La muerte alcanza a Isabel II cuando su país atraviesa un proceso de crisis, definiciones y aislamiento; Europa se enfrenta, otra vez, a una guerra (Ucrania), y el mundo no logra superar la crisis pandémica mientras China y Rusia pretenden reconfigurar el orden internacional. El oxígeno que inyectó su reinado de contrastes a la anacrónica monarquía dependía demasiado de su figura. Bueno para ella, malo para la Corona que deja.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.