Por Arturo González González
«War does not determine who is right, only who is left (La guerra no determina quién tiene razón, solo quién prevalece)”. Bertrand Russell tenía claro que la verdad nunca es consecuencia de la guerra. También sabía del impacto de la guerra: fue testigo de las dos conflagraciones mundiales.
En México, a menudo estamos inmersos en nuestros propios problemas. Sin embargo, los conflictos internacionales, por más lejanos que parezcan, tienen un impacto significativo en nuestras vidas mucho más allá de lo que imaginamos. La interconexión del mundo nos impide evadirnos de las consecuencias. Los ejemplos sobran. Cito en este espacio sólo uno: la Primera Guerra Mundial.
Cuando escuchamos hablar de guerras mundiales casi siempre se nos viene a la mente la Segunda Guerra Mundial, ya sea por la cercanía temporal, por el nivel de crueldad y destrucción o por el número de países involucrados. Pero las consecuencias de la Primera Guerra Mundial que estalló en 1914 también se extendieron muy lejos de las fronteras de Europa, donde tuvo su epicentro. La también llamada Gran Guerra no sólo marcó el comienzo de la guerra moderna, tuvo un impacto directo en todo el mundo en aspectos que hoy nos parecen cotidianos.
Un primer efecto global inesperado y casi inmediato fue la propagación de la influenza “española”. Hoy se sabe que el agente fue el virus A H1N1 (el mismo del brote pandémico de 2009-2010). También sabemos que no tuvo su origen en España, sino, muy probablemente, en una base militar de EEUU. Este país entró a la guerra en 1917 y con el movimiento de tropas el virus se propagó por todo el mundo causando la muerte de al menos 40 millones de personas.
La pandemia, que golpeó con dureza a México, se ensañó principalmente con la población de entre 20 y 40 años y de sectores populares de países no industrializados. A las víctimas del virus se sumaron las de la guerra, al menos 16 millones, en su mayoría hombres jóvenes, lo que ocasionó una escasez de mano de obra que motivó la contratación masiva de mujeres en las fábricas. El mercado laboral experimentó un profundo cambio en este sentido.
La migración mundial también sufrió una transformación radical por la Primera Guerra Mundial. Antes de 1914, el movimiento de población de un país o un continente a otro se hacía sin restricciones políticas. Poder emigrar dependía de la capacidad económica para hacerlo y de contar con un medio de transporte. Los años de transición del siglo XIX al XX registraron uno de los mayores movimientos migratorios en la historia moderna. Pero esto cambió con la guerra.
Los gobiernos de los países, en pleno auge del nacionalismo, comenzaron a registrar a sus ciudadanos con el fin de facilitar el reclutamiento para la guerra. Así proliferó el uso del carné de identidad y el pasaporte, y se estableció la obligatoriedad del servicio militar entre la población joven masculina. Además, valiéndose del pasaporte y los visados, los gobiernos empezaron a restringir los movimientos migratorios por motivos de seguridad y sanidad.
Estos controles que nos parecen hoy tan comunes son producto de la Primera Guerra Mundial, al igual que uno de los principales impuestos aplicados por los gobiernos. Se trata del Impuesto sobre la Renta (ISR) que se cobra a tasas variables a los contribuyentes que generan riqueza dentro de la economía formal. ¿Para qué lo hicieron los países involucrados en el conflicto? Para financiar la guerra y la recuperación tras la misma.
Pero la medida fue copiada incluso por países que no participaron en el conflicto. El ISR implica que los ciudadanos declaren ante Hacienda sus bienes, con lo cual aumenta la vigilancia y el control del Estado sobre la población. Una vez aplicado un impuesto, es difícil que los gobiernos renuncien a él.
Sirva el ejemplo de la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias para sensibilizarnos sobre el impacto que tienen en nuestra sociedad los conflictos por más lejanos que parezcan. Nos guste o no, lo sepamos o no, lo reconozcamos o no, las guerras entre Rusia y Ucrania e Israel y Palestina tienen que ver con nosotros y viviremos sus consecuencias.
Pero la afectación más importante es el daño que las guerras nos causan como humanidad, por la pérdida irreparable de vidas inocentes, la destrucción de hogares y la migración forzada. Cada guerra mutila una parte de nuestra naturaleza humana. En México no podemos estar aislados. Tarde o temprano, la guerra vendrá a nosotros.