El virtual triunfo del demócrata Joe Biden ha generado una alta expectativa respecto a los cambios que pudieran darse en la política exterior de Estados Unidos. Y es que en los casi cuatro años que Donald Trump ha ocupado el cargo político con mayor poder en el mundo, varias tendencias internacionales relacionadas con la gran potencia americana se han acelerado, mientras que otras han cambiado de rumbo. Dos de las características más evidentes de la administración Trump en política exterior han sido el abandono, incluso descuido, de la diplomacia tradicional estadounidense y el carácter impredecible de muchas de sus acciones y dichos. El magnate neoyorquino deterioró considerablemente las relaciones con aliados históricos de EUA, aisló a su país en un proteccionismo más errático que asertivo y lo introdujo en una espiral de hostilidad con otras potencias, principalmente China, la segunda economía más grande del mundo que está próxima a desbancar al gigante americano. EUA vive desde hace dos décadas un proceso gradual de declive hegemónico global y de prestigio internacional, declive que no empezó con Trump aunque sí es posible que éste lo haya acelerado. En este sentido, habría que ver al presidente republicano más como un síntoma de la decadencia del liderazgo estadounidense que como una causa, pero un síntoma que ha afianzado ciertas tendencias. Es por ello que no se deberían esperar cambios radicales con la llegada de Biden a la presidencia, salvo en las formas —la moderación del demócrata contrasta con la estridencia del republicano— y algunos fondos. ¿A dónde hay que apuntar la mirada para ver el curso que seguirá la política exterior de EUA con Biden a la cabeza?
China. Se trata de la relación más relevante del mundo del siglo XXI. Las capacidades industriales, comerciales, tecnológicas y políticas de ambas potencias superan por mucho las del resto de los países. El crecimiento de China en las últimas cuatro décadas puso a EUA en una posición defensiva que se ha acentuado durante la presidencia de Trump, quien desató una abierta guerra comercial y tecnológica para tratar de cortar el ascenso de Pekín a la cúspide global. Al respecto, cabría esperar pocos cambios con Biden más allá del plano retórico, ya que en su campaña él manifestó que mantendría una posición dura con China en el tema económico. No obstante, hay otros temas en donde el gobierno demócrata pudiera ser incluso más enérgico que Trump, como lo son el endurecimiento de la postura de Pekín con Hong Kong y Taiwán, el incremento de la presencia e influencia china en los mares del sudeste asiático, y el trato del gobierno comunista hacia la población musulmana uigur, que sufre una represión envuelta en una estrategia de lucha contra el terrorismo. Pese a los mensajes conciliadores enviados por China durante la áspera transición de poder en Washington, es difícil que la relación vaya a estar exenta de más fricciones. Además, es probable que Biden retome el proyecto de Obama de conformar una zona de libre comercio en el pacífico, el llamado TPP, que fue abandonado por Trump y que incluía naciones de América y Asia Oriental. Por ello, China se ha apresurado a consolidar el RCEP, un acuerdo con 14 países de su área de influencia que hará de la región la zona de libre comercio más grande del mundo.
Europa. La reconstrucción de las relaciones con la Unión Europea y sus integrantes ha sido una promesa constante de Biden, luego de los choques propiciados por Trump con las potencias del llamado viejo continente. Se trata de un bloque estratégico clave para los intereses geopolíticos de EUA dada la participación de numerosos estados europeos en la OTAN y la posibilidad de contención de las ambiciones regionales y globales de potencias revisionistas como Rusia. El principal problema que enfrentará Biden es que, tras los embates y desdenes de Trump y la salida de Reino Unido de la UE, en ésta ha comenzado un proceso de reflexión y replanteamiento de los intereses europeos a la luz de la necesidad de una mayor autonomía en política exterior y de defensa respecto a EUA, situación que poco cambiará dada la creciente inestabilidad política que vive Washington. Por otra parte, la relación con Rusia se atoja más difícil con los demócratas, ya que, si bien la política de sanciones se mantuvo durante la era Trump, éste procuró abstenerse de asumir una posición dura con un cada vez más influyente Putin, algo que Biden ha prometido cambiar para aislar a Moscú y limitar sus ambiciones geopolíticas, en un contexto en el que la carrera armamentista entre ambas potencias ha vuelto a generar gran preocupación por la ruptura de los antiguos acuerdos de control de armas nucleares.
Oriente Medio. Uno de los rasgos más evidentes del declive hegemónico global de EUA es su repliegue en la región más conflictiva del mundo. Tras los desastres de la guerra de Irak y Afganistán, la fallida injerencia en Siria y la errática postura hacia Irán, otros estados han logrado aprovechar los vacíos dejados por los límites del poder estadounidense para posicionarse como potencias regionales. Además de Rusia, se ha observado el avance de los intereses de Turquía, Irán, Arabia Saudita e Israel. Sobre este último, es importante observar si Biden mantendrá la política de Trump de respaldar el nacionalismo israelí y su acercamiento con algunos países árabes a través de lograr el reconocimiento negado durante décadas, lo cual ha motivado el recelo de otras naciones de la región, entre ellas Irán, con quien, a su vez, habrá que definir si se retoma o no el acuerdo nuclear roto por Trump. Más allá de la riqueza petrolera de la zona, de la cual ya no depende EUA como antes, Oriente Medio sigue siendo un punto estratégico global por la confluencia de múltiples intereses internacionales, la creciente necesidad china de pacificar la región para integrarla a su Nueva Ruta de la Seda y la permanencia de redes terroristas islamistas con capacidad de operación en cualquier parte del mundo.
Por último, en lo que sí cabría esperar un cambio más sustancial con el nuevo gobierno de EUA es en la postura frente a los organismos multilaterales, como la ONU y la Organización Mundial de la Salud, y a los acuerdos internacionales de vital importancia como el Pacto contra el Cambio Climático. Contrario a Trump, Biden se ha pronunciado a favor de un multilateralismo modelado bajo el liderazgo estadounidense, la necesidad de fortalecer las acciones globales para combatir la pandemia de COVID-19, lo que implicaría un posible retorno de EUA a la OMS, y el reingreso de la primera potencia mundial al principal acuerdo para frenar el calentamiento global, hoy por hoy una de las principales amenazas para el futuro de la humanidad. Respecto a la relación de EUA con América Latina y México, hablaremos en otra entrega.