Por Arturo González González
El fentanilo es una de las drogas más adictivas y accesibles actualmente. Es la responsable de unas 200 muertes al día en Estados Unidos y de la adicción de millones de personas. Se trata de un opioide sintético 50 veces más potente que la heroína que engancha a los consumidores desde la primera dosis. Arruina la vida de familias enteras, y ya no sólo del lado norte de la frontera. México registra un incremento en el consumo y cada vez son más frecuentes las historias de niños abandonados por sus padres atrapados por el fentanilo, y de empresas que reportan ausentismo de trabajadores con adicción. Una enorme oferta ha generado una creciente demanda que la refuerza. Es una tragedia que se expande por el espacio norteamericano. Un problema de salud pública que debe ser enfrentado de forma coordinada por los gobiernos de América del Norte, principalmente EUA y México. Es una trama global de poder, negocio y violencia que tiene sus parangones y diferencias con otra registrada hace casi dos siglos.
A inicios del siglo XIX el eje de la economía mundial se movía de Asia Oriental al Atlántico Norte. Los imperios del Gran Mogol de la India y del Gran Qing de China eran las primeras potencias económicas. Los productos que vendían a Europa y América generaron una balanza comercial deficitaria para los imperios coloniales europeos. Para 1839, la Compañía de las Indias Orientales (CIO), con permisos de la corona británica, ejercía ya el control efectivo sobre la India. Eran los primeros años de Victoria como monarca del Reino Unido. Expulsados de buena parte de América por las revoluciones independentistas, los europeos se lanzaron a la conquista y explotación de África, Asia y Oceanía. Para el Imperio británico, China representaba un doble desafío: económico, por la balanza comercial deficitaria; y geopolítico, por la influencia que ejercía el Gran Qing en Asia. Los británicos encontraron en el opio el arma para doblegar al poderoso Imperio chino. La droga extraída de la amapola se producía en abundancia en la India, donde era adquirida por la CIO para venderla en el mercado chino. El oro con el que se pagaba el enervante era el mismo que ingresaba a China por la venta a Occidente del té, la seda y porcelana. Así el RU equilibró su balanza comercial.
El opio provocó una epidemia de adicciones en China que puso en jaque la estabilidad social, política y económica del imperio. El gobierno de Pekín actuó incautando los inventarios en Cantón y prohibiendo la importación y venta del estupefaciente. Es decir, atacó la oferta con el fin de disminuir la demanda. Pero los británicos reaccionaron acusando al Gran Qing de afectar sus intereses comerciales y declararon la guerra formalmente en 1840. La superioridad naval británica permitió al RU doblegar las fuerzas chinas e imponer sus condiciones económicas. El Siglo de la Humillación (1839-1949) para China comenzó con la introducción forzada del opio. El Imperio británico se erigiría tras esta guerra, y una segunda que hubo en 1856, como la potencia hegemónica global, con lo que concluía el proceso de traslado del eje económico mundial de Asia al Atlántico Norte. La CIO se instalaría en Hong Kong, y para administrar sus abundantes ganancias producto de la venta de opio crearían el banco que posteriormente se convertiría en el Hong-Kong and Shanghai Banking Corporation, conocido hoy como HSBC. La ruta del opio trazada por el triángulo RU-India-China fue uno de los factores que determinó el cambio de época en el siglo XIX.
Hoy la ruta del fentanilo ha creado un nuevo triángulo: China-México-EUA. La mayoría de los precursores químicos del opioide sintético se elaboran en territorio chino. De Asia Oriental llegan a México en donde los cárteles de la droga crean el fentanilo en distintas variedades para introducirlas principalmente en el mercado estadounidense, aunque ahora también para venderlas en el mercado mexicano. La crisis de seguridad en México y de salud pública en EUA está relacionada con la ruta de los opioides. Los dólares que genera la venta de fentanilo en territorio norteamericano llega, vía los cárteles, a China, país con el que, por cierto, EUA tiene una balanza comercial deficitaria. La sobreoferta de la droga ha provocado el abaratamiento de los precios. Pero la oferta de enervantes no comenzó con el fentanilo. La empresa Purdue Pharma, de la multimillonaria familia Sackler, inundó el mercado estadounidense de otro opiáceo a principios del presente siglo: el Oxycontin, un potente analgésico sumamente adictivo. La farmacéutica se valió de una agresiva estrategia de mercadotecnia que incluyó tácticas antiéticas e ilegales para fomentar la prescripción y consumo de la droga. Cuando estas tácticas quedaron al descubierto, así como la red de corrupción que las permitió, los médicos dejaron de recetar el Oxycontin… pero ya habían provocado la adicción de millones de personas que encontraron en el fentanilo su alternativa.
Hoy, como hace casi 200 años, el mundo vive un cambio de época. Experimentamos el proceso inverso al de principios del siglo XIX: el eje económico del mundo se traslada del Atlántico Norte a Asia en medio de una creciente rivalidad entre China, potencia en ascenso, y EUA, potencia cuya hegemonía se encuentra en declive, lo que no significa necesariamente una debacle de su poder, sino sólo de su influencia y liderazgo global, tal y como el ascenso de China no significa la construcción de una nueva hegemonía. Estas transformaciones provocan fricciones entre los poderes, las cuales se agudizan debido a neopopulismos, nacionalismos y proteccionismos. La rivalidad entre China y EUA complica la solución a la crisis del fentanilo. Mientras Washington aumenta su pulso contra el gigante asiático con la guerra comercial y tecnológica y las tensiones por Taiwán y el despliegue de supuestos globos espía sobre territorio estadounidense, Pekín se muestra displicente con los llamados del titán americano a restringir la producción de precursores del opioide. A China no le interesa en este momento ayudar a EUA a frenar las adicciones, aunque esto podría cambiar debido a que, según reportes, otra empresa de los Sackler, Mundipharma, recurre a las mismas prácticas usadas en América para expandir la venta de Oxycontin en Asia.
Frente a este escenario, Norteamérica tiene dos posibles estrategias complementarias: controlar la oferta y/o controlar la demanda. Como no hay condiciones para que se controle la oferta que se genera en Asia, queda hacerlo en México y EUA enfrentando a los cárteles, para lo cual es necesario combatir la corrupción, restringir la venta de armas y endurecer las medidas antilavado. Y para controlar la demanda, ambos países deben establecer una amplia campaña de prevención de las adicciones que incluya mayores restricciones en la prescripción de medicamentos opiáceos.