¿El siglo de China?

Mientras Estados Unidos, primera potencia global, trata de superar la peor crisis política, económica y social de su historia reciente, la República Popular China, segunda potencia mundial, construye la proyección de sus próximos 30 años. El horizonte del titán americano, cabeza del mundo democrático liberal, se mide hoy en días de cara al turbulento cambio de poderes del 20 de enero; el horizonte del gigante asiático, ejemplo paradigmático de régimen autoritario, se mide en décadas con miras a alcanzar la cúspide de un nuevo orden global. El calendario milenario de la nación del dragón marca algunas fechas históricas; la dinámica económica y sus anhelos de superpotencia le sugieren otros plazos. En conjunto, cabe esperar que el régimen comunista de Pekín despliegue todas sus capacidades internas y externas en las próximas tres décadas.

La ruta comienza este año, el 1 de julio de 2021, con el primer centenario del Partido Comunista de China (PCCh). Con sus casi 100 millones de afiliados, se trata de la segunda formación política más grande del mundo, sólo detrás del nacionalista y conservador Partido Popular Indio, del primer ministro de la India, Narendra Modi. La dictadura de partido y la simbiosis de éste con el gobierno hace del PCCh el órgano rector del Estado chino. Esta asociación política nace en la época de la gran humillación, varias décadas después de que China había dejado de ser la gran potencia de Asia y se encontraba asolada por potencias europeas y Japón, y cuando aún estaba fresco el recuerdo de la caída del Gran Qing, la última dinastía del dos veces milenario Imperio chino. Aunque surgió bajo la ideología marxista, el nacionalismo jugó un rol muy importante desde el principio y podríamos decir que pesa hoy más que la propia corriente maoísta. Y es que desde las reformas de apertura de Deng Xiaoping a fines de los 70, China ha abrazado al capitalismo como modelo económico, aunque con una fuerte intervención estatal en los sectores estratégicos. No obstante, el PCCh continúa siendo el pilar de la República Popular y a partir de una estructura burocrática basada en la meritocracia confucionista y apoyada en amplios recursos técnicos de vigilancia social, mantiene la unión nacional y un férreo control político. Por ello, el centenario del partido es relevante más allá de lo simbólico y sirve para reafirmar el poder político y económico de un país que, contrario a lo que ocurre con la mayoría de las potencias del mundo, se encuentra en franca recuperación tras el impacto de la pandemia, de la que, por cierto, fue origen.

La siguiente parada del calendario histórico será 2029, cuando se cumplan 2250 años de la unificación del Estado chino. Antes de 221 a. C., en el territorio que hoy es China había un cúmulo de reinos rivales en constante conflicto, hasta que el Estado Qin se impuso a los demás y logró constituir la primera dinastía imperial, que lleva el mismo nombre. Sólo entonces podemos decir que China nace como una entidad estatal unificada que logra afianzarse e imponer todo un estilo de gobierno con la siguiente dinastía, Han, que gobierna de 206 a. C. hasta 220 d. C. Es en esta época que el confucionismo se convierte en la filosofía dominante del poder político, que, pese a las proscripciones del maoísmo, continúa definiendo buena parte de la forma china de gobernar. Esta fecha, 2029, es muy importante por varias razones. Primero, porque recuerda la longevidad del Estado chino, un atributo que ninguna potencia occidental puede presumir, y que afianza el discurso de efectividad del autoritarismo como garante de la estabilidad duradera. Segundo, porque se prevé que en ese año China alcance su tope demográfico, es decir, a partir de entonces la población del gigante asiático comenzará a decrecer. Y tercero, porque para entonces China espera haber rebasado a EUA en todos los renglones que determinan el liderazgo global: tamaño de la economía, desarrollo tecnológico y poder militar.

La tercera etapa estará marcada por 2049, cuando se celebre el centenario de la República Popular China. La debilidad del régimen republicano nacido tras la caída de la dinastía Qing y la persistencia de las fuerzas comunistas permitieron que triunfara la revolución maoísta en 1949. Gracias a la reorganización estatal llevada a cabo por Mao Zedong y sus sucesores, China logró recuperar el protagonismo que había perdido en el concierto internacional desde la humillante derrota en las Guerras del Opio de mediados del siglo XIX. Aunque la visión del actual líder de la República, Xi Jinping, tenga pocas cosas en común con la de Mao, está fuera de toda discusión que el gobierno actual se asume como heredero y continuador de la revolución comunista. Entre el capitalismo de Estado de facto y el “socialismo con características chinas” de la retórica de Pekín, ha nacido una potencia con enormes capacidades políticas, tecnológicas y económicas. En tres décadas, China pretende ser el líder indiscutible de un mundo ajeno a la concepción globalista impulsada por EUA, y con una nueva hegemonía que aún no está claro cómo ejercerá. Para llegar a la cima, Pekín ha trazado una ruta que tiene su primera meta en el Plan Quinquenal de Transformación 2025, conocido como “Hecho en China”, con el cual el país pretende alcanzar la autosuficiencia tecnológica y el fortalecimiento del mercado interno para dejar de depender de las importaciones y exportaciones en los sectores estratégicos y evitar así la vulnerabilidad del sistema financiero global. Luego viene la meta 2035, en la cual el imperio del dragón busca duplicar su Producto Interno Bruto. Entre ambas estaciones está la consolidación de la Nueva Ruta de la Seda, el gran proyecto geopolítico de Pekín para incrementar las exportaciones de bienes de consumo y capital para infraestructuras que faciliten el flujo de mercancías chinas en todo el mundo. En este último punto destacan los acuerdos firmados con naciones del sudeste asiático y Oceanía para crear la mayor zona de libre comercio del mundo, y con la Unión Europea, para permitir mayor acceso de las empresas europeas al creciente mercado chino.

Pero estos planes y visiones enfrentan grandes desafíos que van desde asuntos internos como la creciente inconformidad en territorios que aspiran a la independencia y la persistencia del extremismo, hasta externos como el choque de intereses geopolíticos con EUA; la vieja rivalidad fronteriza y económica con India; el fortalecimiento de la relación con Rusia, potencia energética indiscutible; la desconfianza de naciones democráticas liberales, y, por supuesto, los límites de los recursos naturales del planeta y el calentamiento global. No perdamos de vista todos estos escenarios, ni tampoco el desarrollo de las carreras en las que se resolverá el enigma de si el siglo XXI será el gran siglo de China: informática, biotecnología, militar y espacial.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.