Hablemos de armas

Hay quienes defienden la compra-venta y posesión de armas como un derecho individual, grupal y hasta nacional. El argumento central de quienes ponen a este derecho por encima de otros derechos e, incluso, por encima del derecho a la seguridad e integridad de terceros, es que todos los individuos y las naciones deben tener la capacidad de defenderse por sí mismos. Pero este argumento no soporta ni el más somero análisis, además de que detrás del mismo existen los intereses económicos de empresas que manejan un comercio altamente lucrativo. En términos llanos, lo que se defiende no es un derecho, sino un negocio multimillonario y un privilegio.

Estados Unidos es el centro de la polémica en este debate. Las organizaciones e individuos pro-armas tienden a remitirse a la Segunda Enmienda Constitucional y a los propósitos originales de establecer y proteger “el derecho del Pueblo a poseer y portar armas”. Lo primero que hay que apuntar es que esta prerrogativa tuvo desde sus inicios un innegable componente racista. Cuando los fundadores de la Unión Americana hablaban del pueblo y su derecho a poseer y portar armas, se referían obviamente a los terratenientes y burgueses blancos, descendientes de europeos, y no a los negros afroamericanos ni a los indios norteamericanos. Porque hay que decirlo, los que crearon EUA independizando a las Trece Colonias del Imperio Británico mantuvieron durante varias décadas el régimen de explotación esclavista y la estrategia de despojo y exterminio de los pueblos originarios. Sin este contexto no puede entenderse que entre las motivaciones de la Segunda Enmienda esté la de disuadir un gobierno no constitucional, es decir, el derecho a la insurrección armada, y la de suprimir insurrecciones, es decir, reprimir a quienes se levanten contra el orden establecido. Es claro que cuando hablaban de insurrecciones, los terratenientes y burgueses blancos que redactaron la Constitución se referían a rebeliones de esclavos o indios, dejando como una insurrección válida la de los blancos. El derecho a portar armas en EUA es un derecho forjado en el seno del racismo anglosajón.

Esta visión racista prevaleció durante los siglos XIX y XX. Un caso emblemático es el del Partido Pantera Negra, que defendía el derecho de la comunidad negra estadounidense a la autodefensa y la portación de armas. Un amplio sector de la sociedad blanca conservadora se escandalizó cuando vio a las panteras negras a fines de los 60 transitar por la vía pública y dentro de edificios gubernamentales con armas en las manos, tal y como lo hacían los blancos. No está de más decir que el gobierno estadounidense llevó a cabo toda una estrategia para desmantelar al mencionado partido negro. Es decir, para los defensores de la portación de armas un blanco armado en las calles “es un patriota que protege los derechos constitucionales”, pero un negro armado “es un peligro que hay que combatir”. La realidad indica que la mayoría de las matanzas ocurridas en escuelas, centros religiosos y demás lugares públicos son perpetradas por hombres blancos armados, algunos de ellos vinculados al supremacismo racial.

Por otro lado, el discurso de sustentar la protección personal, familiar y nacional en la portación de armas es engañoso, por decir lo menos. Cuando las facultades de seguridad pública y seguridad nacional fueron trasladadas a los poderes del Estado, ya sea federal o local, la necesidad de autodefensa perdió significado. EUA cuenta con las fuerzas armadas más poderosas del orbe, sólo desafiadas por Rusia y China. Pensar que unas milicias de ciudadanos armados tienen más peso en la defensa del país que el gigantesco y costosísimo aparato de guerra estadounidense desplegado por todo el mundo es totalmente absurdo. En el plano de la seguridad pública, los estados y ciudades de la Unión Americana cuentan con cuerpos de policías conformados por cientos de miles de efectivos, además de la Guardia Nacional, un ejército convencional para uso interno de las entidades federativas. ¿Por qué requiere un “pueblo” o individuo autodefenderse si existe la policía? Los que defienden la portación de armas, en su mayoría blancos, responden: “para protegernos de los abusos de las fuerzas del orden”. Nuevamente la realidad los desmiente. Los negros tienen 2.5 veces más probabilidades de morir a manos de la policía que los blancos. Además, los negros y latinos tienen tres veces más probabilidades de ser encarcelados que los blancos. Más del 60 por ciento de los internos de las cárceles son latinos o negros, cuando ambos grupos de población apenas representan el 30 por ciento de la población total de EUA.

Otro punto importante que desarma la argumentación de los panegiristas de la Segunda Enmienda es que el derecho a portar armas está íntimamente relacionado con la capacidad económica de los individuos y sus familias. En este sentido, EUA es un país muy rico, pero con grandes desigualdades, las cuales están muy vinculadas con las cuestiones raciales. Por ejemplo, el ingreso promedio de los hogares negros no llega ni al 60 por ciento del ingreso promedio de los hogares blancos. La situación aún es peor para los latinos. Por lo tanto, quienes pueden adquirir más fácilmente un arma son los que más recursos tienen, y en EUA quienes más recursos tienen son los blancos. Con lo dicho hasta ahora podemos apuntar una hipótesis: el derecho a la portación de armas que defienden los sectores blancos conservadores es un elemento fundamental del sistema racista que prevalece en la Unión Americana.

Pero, decíamos al principio, las armas son un gran negocio, un negocio que se vale del miedo, el racismo y la muerte para proliferar. La venta de armas en el mundo deja al año alrededor de 500,000 millones de dólares de ganancias. EUA, Rusia y China son, por mucho, los mayores fabricantes y distribuidores de arsenales, tanto de uso personal como policial o militar. La mayor parte de las armas que utilizan los ejércitos del mundo provienen de dichos países, así como las que utilizan terroristas, narcotraficantes, sicarios, guerrilleros, mercenarios y “tiranos”. Para la muerte e inseguridad que provoca la creciente presencia de las armas de fuego en la sociedad, el cluster armamentista tiene una “solución”: vender más armas para que los que hoy no las tienen “puedan defenderse”. La ecuación es sencilla: a mayor miedo e inseguridad, más ganancias para ellos. Es una “solución” similar a la que plantean los defensores de las armas nucleares: para evitar que el otro dispare la “bomba”, hay que tenerla también. Es la lógica que han seguido las principales potencias nucleares, como EUA, Rusia, China, RU, Francia, que son los estados de los que depende la estabilidad mundial, y los únicos con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Por eso, más que estar a favor de un derecho, quienes defienden la proliferación de armas están a favor de un jugoso e inescrupuloso negocio y del mantenimiento de un statu quo de desigualdades.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.