Hipocresía y migración

Arturo González González

Junto con el calentamiento global, las pandemias, la seguridad nacional e internacional y la crisis de la globalización, la migración es uno de los temas que acapara la agenda mundial. Y aunque su importancia es evidente, se trata de un fenómeno que es abordado generalmente con superficialidad e, incluso, hipocresía. Reconocerlo nos puede ayudar a entender por qué no se han logrado acordar, ni mucho menos aplicar, medidas para garantizar los derechos de todas las personas que, por una u otra razón, deben emigrar en algún momento de su vida. Porque con esa superficialidad e hipocresía se construyen discursos políticos que o satanizan a los inmigrantes o los colocan en un papel de sujetos pasivos jurídica y políticamente.

La migración forma parte de la esencia del ser humano y ha estado presente a lo largo de su evolución. Si los primeros hombres y mujeres no hubieran podido emigrar en busca de territorios con más agua, alimento y seguridad, probablemente nuestra especie se habría extinguido. Decenas de miles de años antes de que vikingos, ibéricos, neerlandeses y británicos tocaran suelo americano, los sapiens poblaron el continente en distintas oleadas migratorias. El sedentarismo, el urbanismo y la organización territorial en estados son fenómenos recientes en comparación con la historia humana. La mayor parte del tiempo los seres humanos hemos podido emprender migraciones con la geografía como principal desafío. Creer que el sistema actual de estados nacionales con fronteras definidas forma parte de un orden natural inamovible es un error.

También es un error pensar que las distintas nacionalidades en las que se dividen los humanos presentan rasgos exclusivos producto de una evolución cerrada. La ciencia genética ha demostrado que prácticamente todos los pueblos que hoy se identifican con una nación son producto de una evolución abierta en donde la mezcla de sangres está presente. Y esa evolución con mezcla de genes sólo pudo ser posible gracias a la migración. Por eso, creer que existe una “raza” superior a otra es tan estúpido como pensar que la migración humana es un fenómeno aislado o excepcional. La ignorancia y la defensa de privilegios sociales suelen estar detrás del racismo y la xenofobia que no tienen soporte histórico ni científico alguno.

Pero ¿por qué emigran las personas? Las causas son diversas y varían de acuerdo a cada población y territorio y a la necesidad o interés de cada individuo. Jurídicamente hablando existen dos tipos de migración: legal e ilegal, y, obviamente, la mayor vulnerabilidad está en la segunda. Hay los que emigran por oportunidad o para estar más cerca de sus familiares. Pero hay quienes emigran por necesidad y seguridad, porque les es imposible seguir viviendo en su lugar de origen. La guerra, la violencia política o criminal, los desastres climáticos y la pobreza son las principales causas de la emigración por necesidad. La mayoría de los millones de personas que hoy se encuentran de manera temporal o definitiva fuera de su tierra tienen como razón estas causas. Por lo regular, esos humanos emigrantes buscan llegar a regiones o países en donde las condiciones de vida son mejores. Y aquí es donde comenzamos a correr el velo a la hipocresía.

Los principales países expulsores son estados con una debilidad estructural crónica propiciada por la acción directa o indirecta de las grandes potencias que son el destino de los inmigrantes, principalmente en Norteamérica y Europa Occidental. Las guerras patrocinadas o emprendidas por Occidente en Oriente Medio han obligado a millones de personas a dejar sus hogares, al igual que la violencia de los grupos criminales que abastecen de drogas a los grandes narcomercados del mundo y que, a su vez, proveen de armas y redes financieras a esos mismos grupos. Los fenómenos meteorológicos producto del cambio climático propiciado por la contaminación de las naciones más desarrolladas también orillan a millones a moverse de lugar. Lo reconozcan o no, las grandes potencias destino de inmigrantes son corresponsables, cuando no responsables, del desastre de los países expulsores.

Pero la mayor hipocresía radica en la necesidad del mercado laboral de los estados desarrollados. Estados Unidos, por ejemplo, necesita la mano de obra de los inmigrantes por varias razones: para cubrir los puestos de trabajo que su población nacional ya no quiere ocupar bajo las condiciones salariales actuales; para abaratar costes y mejorar la rentabilidad del capital con una población dispuesta a laborar por una remuneración menor; para establecer cadenas productivas informales y hasta criminales que permitan a los grandes jugadores de la economía legal formal acumular recursos lejos de la mirada del fisco, y para poder justificar las fallas del capitalismo y de las medidas económicas canalizando la ira de un sector de la población hacia los inmigrantes. Creer que EUA quiere frenar la migración totalmente es no entender la dinámica económica de una potencia que se ha construido sobre los hombres de los inmigrantes. Lo que busca EUA es controlar los flujos migratorios para ajustarlos a la oferta y demanda de su mercado laboral.

No es gratuito que tras las deportaciones masivas de Obama y los embates xenófobicos y racistas de Trump, Biden ahora plantee flexibilizar las políticas migratorias justo cuando la economía estadounidense se enfrenta a la Gran Renuncia. De la primavera al invierno de 2021, unos 20 millones de personas abandonaron sus puestos de trabajo, la mayoría oficios en el sector servicios, debido a los cambios propiciados por la pandemia en el mercado laboral. Hoy EUA necesita de mano de obra inmigrante para suplir los faltantes, pero la necesita en condiciones de bajo coste. Mantener ciertas restricciones, dar visibilidad al discurso xenofóbico, mandar mensajes que asusten o inhiban a los emigrantes son estrategias para abaratar aún más la mano de obra inmigrante. Entre más duro y riesgoso sea entrar a EUA, más fácil será que los inmigrantes acepten trabajar en condiciones menos ventajosas para ellos, pero más beneficiosas para el capital.

En los países de origen, los inmigrantes también se enfrentan a una doble moral hipócrita. Los gobiernos, como el de México y las naciones centroamericanas, a los que poco ha importado resolver los problemas que orillan a millones a emigrar, se asumen defensores de los derechos de los inmigrantes en EUA, quienes envían una ingente cantidad de dinero en remesas que amortiguan el abandono institucional y que son presumidas por los propios gobiernos como si de logros suyos se tratase. Por si fuera poco, los mismos derechos que estos gobiernos piden que sean respetados para sus connacionales en otros países, son violados sistemáticamente en los territorios bajo su jurisdicción. Hipocresía por donde quiera que se mire. Así no habrá solución alguna.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.