(Por Arturo González González) La inteligencia artificial fascina, intriga, atemoriza… pero, sobre todo, promete. Y, a decir de sus fervientes entusiastas, promete mucho. Una revolución sin precedentes. La escritura y la imprenta palidecen a su lado.
Pero en medio de la fiebre, vale recordar que todas las burbujas financieras se inflan con promesas. Vayamos al origen.
Locos por los tulipanes
En enero de 1637, la República de las Siete Provincias de los Países Bajos vivía una época dorada. La hegemonía del imperio comercial neerlandés se extendía a través de una red de emporios ubicados en América, Asia y África.
Ámsterdam, corazón comercial y financiero de la república y su imperio, vivía una bonanza económica y una fiebre especulativa desenfrenada por los tulipanes. Estas flores exóticas, introducidas desde Turquía a Países Bajos a mediados del siglo XVI, se convirtieron en un símbolo de riqueza y estatus.
A principios del siglo XVII los tulipómanos comenzaron a pagar cantidades exageradas por los bulbos de tulipán. Existen registros de transacciones en las que se cambiaron mansiones o varios salarios anuales por bulbos.
Alrededor de 1630, hubo quienes invirtieron su fortuna en cosechas futuras con la idea de que, una vez cortadas las flores, podrían venderlas a mucho más de lo invertido. Llegaron al absurdo de realizar operaciones de compra-venta sólo sobre la base de promesas de palabra. De mil florines por bulbo se pasó a precios de hasta 6,000 florines diez años después.
Mucha gente se enriqueció de inmediato… hasta que la burbuja estalló.
Ocurrió en febrero de 1637. La exagerada especulación y los contratos a futuro se volvieron insostenibles frente a la sobreoferta de tulipanes. Y cuando la percepción del valor de los bulbos cambió a la baja, los comerciantes, presas del pánico, vendieron todos sus haberes.
El efecto fue en cadena. Algunos llegaron a la bancarrota. Así se produjo una de las primeras crisis económicas como consecuencia de una burbuja financiera.
De los bulbos a la inteligencia artificial
En la historia ha habido otras crisis similares. Desde la burbuja de los Mares del Sur, en las dos primeras décadas del siglo XVIII, hasta la burbuja inmobiliaria de la primera década del siglo XXI, pasando por la burbuja de los ferrocarriles de mediados del siglo XIX y la burbuja de las empresas puntocom a finales del siglo XX, entre otras.
Hoy observamos un boom de desarrollo e inversión en torno a las inteligencias artificiales (IA) que está generando especulación en las promesas del beneficio que pueden traer.
Lo ocurrido con productos o tecnologías anteriores nos lleva a pensar que podríamos estar frente a una nueva burbuja financiera. Y no es porque las IA no sean útiles. Lo son. Sino porque se tiende a sobrevalorar su beneficio (o perjuicio) atrayendo la atención de inversionistas y especuladores.
Tal y como ya ocurrió en el pasado.
Pero, ¿cómo ‘funciona’ una burbuja?
Las burbujas financieras suelen iniciar en momentos de exceso de liquidez y bajas tasas de interés, cuando los inversores buscan mejores rendimientos en activos de mayor riesgo, que, en consecuencia, ven inflar sus precios.
La demanda se expande cuando las expectativas demasiado optimistas se multiplican y alimentan, a su vez, precios cada vez más altos y muchas veces no soportados por la realidad económica.
La voz sobre la rentabilidad y expectativa futura de los activos se corre, lo cual contagia a otras personas la decisión de invertir. La fiebre sube aún más los precios mientras se subestiman los riesgos financieros.
La burbuja se vuelve más compleja cuando la compra de activos se lleva a cabo con préstamos que aumentan la demanda y elevan aún más los precios.
El estallamiento ocurre cuando, tarde o temprano, se da una abrupta corrección de precios, ya sea por cambios en el contexto económico, incrementos en las tasas de interés o la pérdida de confianza en el mercado.
Ante un escenario así, los precios de los activos se desploman, los inversores entran en pánico y venden de forma masiva para tratar de evitar pérdidas, las cuales se dan irremediablemente. En un efecto dominó, el valor en todos los productos financieros sustentados en la burbuja de los activos financieros se hunden.
En los últimos días, medios especializados han publicado noticias sobre una posible sobrevaloración del mercado relacionado con las IA.
Por ejemplo, Yahoo Finance publicó el 3 de julio que “el reciente aumento del mercado de valores de EEUU, impulsado por las expectativas de la inteligencia artificial, está siendo comparado con la burbuja de las puntocom de finales de los años 90”.
Y refiere que el índice S&P 500 (el índice bursátil más representativo del mercado) “ha alcanzado nuevos máximos, aumentando más del 50% desde su mínimo de octubre de 2022, mientras que el índice Nasdaq Composite (de las tecnológicas) ha visto un aumento del 70% desde finales de 2022”, debido en parte al entusiasmo por la inteligencia artificial.
No obstante, “las valoraciones de las acciones y el entusiasmo de los inversores aún no han alcanzado los niveles vistos durante la era de las puntocom”.
Puntocom, antecedente de la inteligencia artificial
¿Qué pasó con las puntocom? La década de los 90 vio la expansión masiva del uso de Internet. El entusiasmo por el potencial comercial de la www impulsó la proliferación de nuevas empresas, conocidas como puntocom, que anunciaban una revolución de los negocios tradicionales y la captura de ingentes cuotas de mercado.
Muy pronto los inversores se convencieron de que estas compañías cibernéticas eran el futuro y producirían altos rendimientos. Al igual que ocurrió con los bulbos, las acciones de estas empresas empezaron a venderse a precios exorbitantes sobre la base casi exclusiva de la expectativa del crecimiento futuro.
Además, se generó un abundante flujo de capital de riesgo y fondos de inversión hacia las puntocom, lo que impulsó la expansión y la salida a bolsa de empresas que no tenían un modelo financiero sostenible. El contagio se dio en medio de la euforia. Y la euforia desató la especulación casi sin límites.
Hasta que, como los tulipanes, la burbuja estalló.
Ocurrió en marzo de 2000. El índice Nasdaq llegó a su cenit, sólo para luego ver los precios de las acciones caer de forma abrupta. El detonante fue la puesta en evidencia de la escasa o nula viabilidad financiera de muchas de las empresas puntocom, que estaban siendo sobrevaluadas.
El efecto dominó hizo el resto. Los precios de los activos se desplomaron, los inversores reportaron grandes pérdidas, las compañías quebraron y el índice Nasdaq se hundió hasta en un 80%.
Sólo unas cuantas empresas sobrevivieron, mismas que se reestructuraron para hacerse verdaderamente sostenibles. Hoy varias de ellas forman parte de la tecnoligarquía.
Una burbuja artificialmente inteligente
Algo parecido, no igual, ocurre con el boom de inteligencia artificial. El origen del auge de estas tecnologías debemos ubicarlo alrededor de 2013, en plena recuperación de la crisis de 2008-2009 provocada por otra burbuja, la inmobiliaria.
En la primera mitad de la década pasada había un exceso de liquidez debido a la intención de los bancos centrales de reactivar la economía. Algunos inversores comenzaron a mirar a las IA como fuente de rentabilidad de su dinero.
Para darnos una idea de este boom, vemos los números. De acuerdo con datos de Crunchbase, CB Insights y PitchBook, se estima que en 2013 había alrededor de 300 empresas desarrolladoras de inteligencia artificial y que el capital de riesgo ascendía a unos 1,500 mdd.
El primer punto de inflexión se dio en 2017, cuando la inversión superó los 10,000 mdd y había ya unas 1,800 compañías. Es decir que, en cuatro años, la inversión creció 6.6 veces y el número de desarrolladoras se multiplicó por 6. Una proporción similar.
Luego vino la pandemia, y los bancos centrales, para incentivar la economía, bajaron sus tasas de interés en 2020 y 2021 e inyectaron liquidez. Las IA tuvieron una expansión sin precedentes.
Para 2023, la inversión en capital de riesgo alcanzó los 25,400 mdd y el número de empresas llegó a 4,500 aproximadamente. En una década, mientras el número de compañías se ha multiplicado por 15, la inversión lo ha hecho por 17.
Tic, tac… a la espera del estallido
Y esto no quiere decir que las IA no sean sumamente relevantes. El asunto está en la probable sobrevaloración que se hace de estas herramientas y, en consecuencia, de sus compañías desarrolladoras.
En estos momentos nos encontramos en un periodo de liquidez controlada debido al incremento de las tasas de interés al que han tenido que recurrir los bancos centrales para frenar la inflación que vino en los últimos meses de emergencia de la pandemia y luego del inicio de la guerra en Ucrania.
¿Qué pasará cuando las tasas vuelvan a bajar y se dé un nuevo aumento de liquidez? ¿Hacia dónde dirigirán su mirada los inversores en busca de alta rentabilidad?
Está claro que las empresas de inteligencia artificial hoy son el nuevo canto de las sirenas. ¿Cuántas de ellas serán financieramente sostenibles?
Hay indicios claros de que estamos frente a una nueva burbuja, ante lo cual, debemos plantearnos otras preguntas: ¿cuándo estallará? ¿Qué tan fuerte será el estallido? Y ¿qué empresas sobrevivirán?