(Por Arturo González González) El perfil aristocrático del francés Pierre de Coubertin lo llevó a emparentar su anhelo con el de los antiguos griegos para revivir los Juegos Olímpicos.
Por eso, la primera edición fue en Atenas, a 290 kilómetros de Olimpia, 2,762 años después de la primera olimpiada de la antigüedad y 1,533 años después de la abolición de los juegos por parte del emperador cristiano Teodosio I, quien quería acabar con el paganismo y todos sus resabios.
Luego, Coubertin llevó los juegos a su natal París en 1900. Del interés histórico pasó al interés patriótico. Pero el objetivo del certamen antiguo era distinto al de la justa moderna.
De los dioses paganos al dios dinero
Los Juegos Olímpicos del pasado estaban impregnados de una visión religiosa para honrar a los dioses desde el cultivo del esfuerzo físico.
También había una razón cultural: fomentar la unidad del pueblo griego, tan dividido por la política. Este espíritu de unidad contrastaba con la función práctica del deporte antiguo: la preparación para la guerra.
En algo sí emparentaba la olimpiada ancestral con la moderna: la búsqueda de la gloria individual y el prestigio de la patria.
Toda proporción guardada, las profusas lisonjas de los cronistas deportivos de hoy hacen las veces de las loas olímpicas en verso de Píndaro y otros poetas antiguos.
No obstante, la olimpiada moderna incorpora motivaciones que otrora no tenía. Más que una competencia estrictamente física, el deporte se ha convertido hoy en una competencia económica. Y los JJOO no están exentos de ella. Empresas, marcas y medios disputan a la par que los atletas.
Que esto sea así no es algo tan nuevo como creemos. Desde la octava edición de los juegos, segunda realizada en París, en 1924, había evidencia del camino hacia la comercialización e industrialización del deporte olímpico.
Juegos Olímpicos entre huelgas y sabotajes
Ha transcurrido un siglo desde aquella olimpiada y como los ciclos seculares siempre algo nos dicen del pasado, pero más del presente, atendamos a las similitudes y diferencias de dos turbulentas épocas separadas por 100 años, la centuria que tardaron en volver los Juegos Olímpicos a París.
La noticia que acaparaba la atención en Francia días antes de la inauguración de la octava edición de los Juegos Olímpicos en 1924 era la huelga de cocineros que buscaba impactar a la industria gastronómica parisina en medio de la celebración deportiva.
En 2024, previo a la inauguración de los terceros Juegos Olímpicos en la llamada Ciudad Luz, ha sido el sabotaje a la red ferroviaria francesa la noticia que atrae los reflectores.
Los ecos históricos del siglo que separa a la segunda de la tercera olimpiada parisina nos aportan luces de los viejos y nuevos problemas mundiales.
Sobre la huelga de cocineros se sabía quiénes estaban detrás y su porqué: trabajadores organizados que exigían mejores condiciones laborales.
Sobre el sabotaje ferroviario, se desconoce a ciencia cierta la motivación y los autores; se apunta a posibles acciones internas de facciones políticas o movimientos sociales, aunque los opinadores y oficialistas no descartan la participación de agentes extranjeros.
El déficit y la atmósfera crítica
Una crónica publicada el 16 de agosto de 1924 en El Siglo, firmada por Consortium de Presse, refleja una parte de la atmósfera crítica e incrédula en torno al espíritu olímpico de la época:
“(…) El único recuerdo, difícilmente digerible, de la olimpiada, será el déficit de unos millones de francos. ¿Quién paga? Pregunta un periódico. ¿Que quién paga? Pues el Estado. ¿Para qué ha sido inventado el Estado si no es para pagar los déficits de los demás (…)? ¿Quién paga? Pues los ciudadanos”.
Desde entonces el costeo de los Juegos Olímpicos es tema, con todo y que París 1924 fue innovadora en muchos sentidos, incluso en el tema del financiamiento.
Los 10 millones de francos (unos 10.1 millones de euros actuales) que costó la fiesta deportiva fueron cubiertos por los gobiernos de Francia y París, medios de comunicación (prensa y radio), empresas vinculadas al deporte y comercios interesados.
El déficit dejado por la justa, del que se queja el cronista contemporáneo, fue de poco más de la mitad de lo gastado. Esta realidad no ha cambiado mucho, salvo contadas excepciones.
Para París 2024 se han gastado 4,400 millones de euros, de los cuales 176 millones corresponden al gobierno, que trasladará el déficit al erario. Pero alguien gana más de lo que invierte.
Ganancia e innovación en Juegos Olímpicos
Como históricamente los JJOO dejan déficits para los organizadores, se sabe que la ganancia es para las empresas comerciales. Una prueba de que la comercialización e industrialización del deporte ya existía hace un siglo la da la misma crónica que he referido:
“(…) Cuando fueron inventadas las olimpiadas de la era moderna, el sport (sic) no había adquirido el desarrollo actual. Hoy día no sólo se ha desarrollado, sino que ha sido organizado comercialmente. Hoy día existe la industria del sport, lo mismo que la carne frigorífica”.
En eso también París 1924 fue innovador, además de ser los juegos que utilizaron un logotipo por primera vez y sentaron las bases de las posteriores ceremonias inaugurales, las villas olímpicas y la organización general del evento.
París 2024 también quiso innovar, por lo que sacó la ceremonia inaugural del estadio y la llevó al río Sena.
Doce cuadros escénicos dieron cuenta de una parte de la historia francesa, de la aportación del país al mundo en arte y cultura y de la idea con la cual la Francia macronista pretende proyectarse al mundo: diversidad étnica, cultural, política, religiosa y sexual.
Este último punto levantó ámpulas entre un sector del conservadurismo en una polémica que recuerda a la controversia que concentraba la atención en 1924 en torno al cabello corto que comenzaban a usar las mujeres.
Otra nota de la época, publicada también en El Siglo el 22 de julio de 1924, da cuenta de cómo las “pelonas” (sic) se convirtieron en un asunto “que está interesando más al mundo que las mismísima olimpiada”. La polémica es la madre de las atenciones.
Francia y el mundo, ayer y hoy
Hay otros ecos que resuenan, aunque rebotan con sus matices. En 1924, Francia se encontraba en plena recuperación económica tras la Primera Guerra Mundial y París vivía una efervescencia bohemia de artes y letras que la proyectaba en todo el mundo.
No obstante, movimientos obreros y sociales se hacían presentes para demandar mejoras en las condiciones de vida, un clima que alimentaba la pugna entre facciones políticas.
En 2024, Francia acaba de vivir un proceso electoral que refleja la polarización política de su sociedad, y en los últimos años ha vivido momentos álgidos de protestas de ciudadanos en contra de las reformas del gobierno.
Su recuperación de la crisis post pandémica ha sido lenta, mientras París intenta redefinir su lugar en el mundo tras décadas de ser una de las ciudades con mayor turismo masivo.
En el contexto global, en 1924 Europa intentaba levantarse tras la Primera Guerra Mundial y evitar (sin éxito) conflictos futuros, y los estragos de la pandemia de influenza aún se sentían.
Las ideologías extremas, como el comunismo, el fascismo y el nazismo, ya campeaban sobre el escenario político.
La hegemonía global británica estaba en clara decadencia y en el horizonte se asomaban ya nuevas potencias de América y Europa dispuestas a disputar la cúspide.
En 2024, el mundo se sacude entre guerras internacionales, como la de Ucrania y Palestina; se recupera de una pandemia de Covid-19; atestigua la proliferación de populismos de izquierda y extrema derecha; observa el repliegue de la hegemonía global estadounidense, mientras potencias de Eurasia se esfuerzan por terminar de descarrilar el liderazgo norteamericano.
Rusia ausente en las dos justas de París
Curiosa es la persistencia de ciertos tópicos. Como hoy, Rusia era hace 100 años motivo de discordia.
La revolución soviética apenas había triunfado y el nuevo estado se encontraba demasiado aislado como para participar en la olimpiada de París 1924.
En París 2024 tampoco participa, pero ahora Rusia ha sido expresamente excluida por el Comité Olímpico Internacional (COI) como protesta por la invasión atroz a Ucrania.
Por cierto, esta postura del COI no se replicó con Israel, estado que ha sido acusado formalmente de prácticas genocidas en Palestina, territorio no reconocido por Francia y otros países como estado.
Palestina en 1924 ya se encontraba bajo mandato británico, luego de la repartición de territorios del extinto Imperio otomoano que hicieron Reino Unido y Francia.
Parte de la crisis que hoy se vive en los territorios palestinos tiene su origen en el errático Mandato Británico.
México en los Juegos Olímpicos
¿Qué podemos decir de la participación de México? A París 1924 acudieron 13 atletas mexicanos; a París 2024 van 107.
Las expectativas no son muy diferentes hoy que ayer. Una nota firmada por Joaquín Belloc y publicada por El Siglo el 21 de mayo de 1924, refleja con ironía el pesimismo en torno a la delegación olímpica mexicana:
“Este viaje de nuestros atletas al viejo mundo les será de gran utilidad, porque verán y aprenderán mucho de lo que ignoran. Se formarán una idea exacta de lo que es atletismo y regresarán a nosotros pletóricos de esperanzas para la próxima olimpiada (…)”.
Es decir que, desde entonces, albergamos la esperanza perpetua de la próxima justa.
Otro párrafo de la nota de Belloc que atrapó mi atención es este:
“Hasta nosotros, entretenidos casi siempre en deplorables guerras intestinas, enviamos hoy con sacrificios y sin la preparación debida a nuestro raquítico y pequeño contingente, no ya para obtener lauros, que ello es bien difícil, pero cuando menos para darle prestigio a este pequeño girón de tierra que se ahoga anegada en sangre fraternal”.
Para evitar la confusión, reitero: esas palabras se escribieron en 1924.