La Alianza Atlántica frente el Eje de Eurasia

Por Arturo González González

Julio de 2023 nos está dejando varias claves acerca de los reacomodos geopolíticos que experimenta el mundo. De la cumbre virtual de la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS), coordinada desde Nueva Delhi, India, el 4 de julio a la cumbre presencial de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), celebrada en Vilna, Lituania, del 11 al 14 de julio, podemos extraer lecturas que nos ayudan a comprender los cambios en la política internacional dentro de lo que podemos llamar la Nueva Globalización Fragmentada.

La OCS es una organización impulsada por China cuyos integrantes son, además del gigante de Asia, Rusia, India, Pakistán, Kazajstán, Uzbekistán, Kirguistán, Tayikistán e Irán. Como países observadores que podrían convertirse en socios de pleno derecho en un futuro próximo participan Afganistán, Bielorrusia y Mongolia. Aunque un sector de Occidente ve en la OCS una especie de OTAN del Oriente, lo cierto es que la naturaleza y objetivos de ambas organizaciones son diferentes. Conformado por 32 estados, el bloque atlántico que lidera Estados Unidos es una alianza militar surgida en 1949 para defender a Europa Occidental de la Unión Soviética y que tiene como objetivo hoy proteger los intereses de los miembros de lo que consideran amenazas estratégicas o desafíos sistémicos, ya sean países hostiles o grupos terroristas y criminales. Por su parte, la asociación fundada en Shanghái en 2001 nació con el estatus de foro de cooperación regional para la seguridad mutua y la cooperación política y económica de sus integrantes. Si uno de los países de la OTAN es atacado, todos los miembros de la organización están obligados a responder, lo que no ocurre con la OSC. Además, mientras que en la OTAN prácticamente se hace lo que Washington determina, en la OSC Pekín no puede imponer su visión por la existencia de mayores contrapesos.

Pero la diferencia entre ambas organizaciones no está sólo en su esencia, sino también en los intereses que promueven, lo cual quedó claro en las cumbres que cada una acaba de celebrar. De la Declaración de Nueva Delhi se extrae que el principal interés de la OCS es promover un mundo multipolar, es decir, no regido bajo una hegemonía global sino bajo la forma de un conjunto de hegemonías regionales que se guíen por principios de seguridad integral –que la seguridad de un país o bloque no socave la de otro–, orden internacional democrático –democracia entre países– y el respeto a la autodeterminación y soberanía de los pueblos. El foco de atención de la OCS, según la Declaración, está en la cooperación para el combate al terrorismo, el extremismo, el tráfico de estupefacientes y las amenazas cibernéticas, así como en el rechazo a la política de bloques, una crítica a la visión que prevalece en Occidente. Un elemento importante, que cita expresamente la Declaración, es el reconocimiento de Asia Central como núcleo de la OCS, es decir, el punto neurálgico en el que concentran sus esfuerzos de estabilidad y prosperidad. En ese sentido, la Unión Económica Euroasiática que impulsa Rusia y la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda que promueve China, son instrumentos que la OCS desea fortalecer.

Igual de interesante, pero con mayor intensidad, fue lo ocurrido en la Cumbre de la OTAN en Vilna, de la que resaltan varios puntos. Mientras que Rusia es la amenaza más directa e inmediata, China es un desafío sistémico para la Alianza Atlántica. Frente a ello, el gasto militar de los países miembros se incrementará con el 2 % del PIB como piso y no como techo. La OTAN crece hacia el noreste con la incorporación formal de Finlandia y la integración futura de Suecia, y aumenta su frontera con Rusia en 1,300 km. Y aunque se reconoce que “el futuro de Ucrania está en la OTAN”, dicho futuro llegará sólo cuando existan las condiciones para ello, es decir, cuando la guerra entre Kiev y Moscú termine. Mientras tanto, la Alianza Atlántica seguirá brindando apoyo político, militar y económico a Ucrania, cada vez con menos restricciones: a los tanques y aviones se suman ahora las bombas de racimo y mañana los misiles de largo alcance. Está claro que para la OTAN es necesario que Ucrania derrote a Rusia antes de que se incorpore como miembro de pleno derecho, aunque para que ello ocurra, las tropas de Kiev tendrían que desalojar a las fuerzas rusas de los territorios ocupados, un 18 % del territorio ucraniano, algo que no va a pasar pronto. La alianza que lidera Estados Unidos quiere que Ucrania ponga un alto a Putin sin tener que meter al lodo los dos pies, mientras apunta sus baterías a China, que significa un mayor desafío para el orden hegemónico estadounidense. Bajo esta lógica hay que entender la alineación cada vez más estrecha de Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, presentes en la Cumbre de Vilna, con los intereses atlantistas, un gesto que Pekín ha denunciado como amenaza para la estabilidad de Asia Oriental.

De lo mencionado, podemos sacar varias conclusiones. Lo que atestiguamos es la pugna de dos formas de entender el mundo: una bajo el orden hegemónico global de Estados Unidos centrado en el espacio atlántico, y otra bajo el orden multipolar impulsado, con distinta intensidad, por China, Rusia e India. Mientras que la guerra en Ucrania ha fortalecido y expandido a la OTAN, el avance de ésta en Escandinavia, Europa del Este y Asia Oriental ha motivado el surgimiento de un eje informal euroasiático conformado por Pekín, Moscú, Teherán y Minsk. Sin este eje, al que de forma cautelosa se une Nueva Delhi, no se entiende la resistencia de Rusia en su guerra de invasión a Ucrania. Ver un globo terráqueo permite darnos cuenta de la configuración que esta pugna está adquiriendo. Con su avance hacia el norte, la OTAN aumenta su presencia en el Ártico, muy disputado ahora por sus ricos recursos naturales y las nuevas rutas marítimas que el deshielo abre. Además, ha hecho del Báltico un mar otanista en donde el único enclave ruso, Kaliningrado, aumenta la tensión. Busca hacer lo mismo con el mar Negro, en donde Rusia ha aumentado su peso con la anexión de las provincias sureñas de Ucrania, y en el que Turquía juega un papel vital como miembro de la OTAN y socio de diálogo de la OSC. Parece claro que el choque de visiones entre ambas organizaciones tiene su epicentro en la región cardial, o “Heartland”, descrita por Halford John Mackinder, un espacio que se extiende desde Europa del Este hasta Asia Central. Si, como ya apunté, el núcleo de la OSC está en la región centroasiática, el principal interés de la OTAN se encuentra hoy en el territorio europeo oriental, aunque con un ojo puesto en la zona Asia Pacífico, donde la Alianza Atlántica pretende cerrar el cerco al Eje de Eurasia en ciernes. En resumen, hay guerra de Ucrania para rato, la tensión en los mares de China crecerá y la industria armamentista seguirá en Jauja.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.