México en los triángulos de Norteamérica

Por Arturo González González

La Declaración de Norteamérica firmada por los líderes de los tres países de la región el 10 de enero establece compromisos relevantes en seis pilares que bien pueden resumirse en tres grandes ejes: desarrollo económico sostenible, seguridad regional integral y protección de los Derechos Humanos. Estas áreas de acción no son excluyentes entre sí, sino que se vinculan y atraviesan los seis pilares. Por ejemplo, la protección de la población migrante requiere un enfoque de seguridad para combatir la trata de personas, así como la mejora de las condiciones de la migración demanda el progreso de la economía en amplias regiones expulsoras. La firma de esta declaración y sus compromisos consecuentes se da en medio de un contexto global de profundos cambios en el que México juega un rol primordial dentro del reacomodo de la nueva geopolítica norteamericana. La Cumbre de América del Norte celebrada en Ciudad de México y en la que participaron los presidentes Joseph R. Biden y Andrés Manuel López Obrador, de Estados Unidos y México, respectivamente, y el primer ministro Justin Trudeau de Canadá, deja claro el papel de encrucijada que tiene nuestro país en los triángulos de la nueva visión integradora norteamericana promovida por Washington.

Los compromisos de mayor trascendencia de la cumbre están en el eje del desarrollo económico sostenible. La nueva realidad de la globalización, planteada ahora como una competencia abierta entre los tres grandes bloques económicos del orbe —Asia Oriental, Europa y Norteamérica—, exige la sustitución de cadenas globales de suministros críticas por cadenas regionales con el objetivo de disminuir costos económicos y riesgos geopolíticos. La guerra comercial entre EEUU y China, atizada por la tensión que provoca el cerco de Pekín a Taiwán, orilla a Washington a replantear su proveeduría de componentes básicos de la industria automotriz y tecnológica como lo son semiconductores y baterías para autos eléctricos. Pero EEUU no sólo tiene abierto el frente comercial con China, también sostiene un pulso con la Unión Europea debido a las medidas proteccionistas que Washington aplica para combatir la inflación y fortalecer la industriar nacional y regional. En este juego triangular de competencias, México tiene gran potencial dadas sus capacidades en materia de mano de obra, infraestructuras y conectividad, y sus ventajas en cuanto a costos productivos y de traslado. La zona fronteriza mexicana es el área de expansión natural de las nuevas industrias críticas mencionadas por su vinculación con el empuje de la franja sur de EEUU, sobre todo con las dos economías más grandes de dicho país: California y Texas. Este desarrollo económico se diferencia del contemplado en los años 90 y 2000 bajo el paraguas del TLCAN debido a que los acuerdos que abarca hoy el TMEC van más allá de la reducción de aranceles y transitan hacia la integración compleja de las economías de los tres países con una tendencia a la disminución de las desigualdades salariales en algunos sectores estratégicos. Y este es precisamente uno de los grandes retos del eje, junto con el cumplimiento de los compromisos en materia de combate al cambio climático y protección de la biodiversidad de toda la región.

Dentro del eje de seguridad regional integral destaca el compromiso para el combate de la producción, distribución y venta del fentanilo, opioide sintético altamente adictivo y letal. EEUU sufre una epidemia de adicción a esta droga debido en buena parte a la corrupta permisividad en la prescripción de fármacos que hoy son sustituidos por el fentanilo. México desempeña un rol similar en el triángulo del fentanilo al que tuvo la India en el siglo XIX en el triángulo del opio. En el pasado, Reino Unido extrajo el opio indio para introducirlo por la fuerza en China y así equilibrar su balanza comercial y, de paso, debilitar al gigante de Asia. Hoy, la mayoría de los precursores químicos del fentanilo provienen de China y en México se mezclan para crear la droga que se vende en su mayor parte en EEUU. Pekín, en abierta competencia con Washington, se ha mostrado reacio a endurecer sus políticas de control de precursores, lo que hace necesario que México fortalezca la lucha contra los cárteles que producen el fentanilo y aplique medidas de control y vigilancia para evitar el ingreso de los precursores. En este contexto hay que leer la reciente captura de uno de los líderes del cártel de Sinaloa. No obstante, el vecino del norte tiene también mucho trabajo por hacer. Enfrentar la inmensa demanda de estupefacientes en EEUU es también una forma de combatir la oferta, porque mientras siga habiendo consumidores, los grupos que surten el mercado del fentanilo podrán ser reemplazados por otros al sufrir golpes como el que vimos hace unos días. Por otro lado, la acciones contra el narco no pueden entenderse sin políticas de mayor restricción en el tráfico de armas y más vigilancia del sistema financiero para evitar el lavado de dinero, decisiones que competen sobre todo al gobierno estadounidense. La lucha conjunta contra las acciones criminales pasa también por plantar cara a las redes de tráfico y trata de personas que aprovechan el fenómeno migratorio que se da de sur a norte. Pero la migración no es sólo un asunto de seguridad; es, sobre todo, un asunto de Derechos Humanos.

Y así llegamos al tercer eje de la nueva ecuación de los triángulos norteamericanos: la protección de los Derechos Humanos. Por un lado, la declaración plantea fortalecer el trabajo trilateral para garantizar el respeto hacia las mujeres y las minorías de identidad étnica y de género. Por otro, se establecen compromisos para hacer de la migración un proceso más seguro y provechoso para todas las partes involucradas, empezando por la población emigrante. Igual que en los dos ejes anteriores, México funge un papel central en el triángulo migratorio. Nuestra república abarca todas las dimensiones del fenómeno: es un territorio expulsor, aunque cada vez en menor medida; es una ruta de tránsito, principalmente para los centroamericanos, y es, cada vez más, un territorio de destino. Como tal, México debe ser un agente protagónico en la agenda migratoria no sólo regional, sino también global. Y en este tema convergen múltiples compromisos: equidad, inclusión, justicia social, seguridad, medio ambiente y oportunidades económicas. Hacer de la migración un fenómeno más seguro no sólo significa mejorar los controles sobre la población que se ve obligada a emigrar, sino, sobre todo, transformar la realidad que hoy orilla a decenas de miles de mexicanos y centroamericanos a dejar su hogar. Pero también EEUU y Canadá tienen tarea que hacer, como lo es mejorar las condiciones de llegada y combatir frontalmente la explotación, el racismo y la xenofobia.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.