Por Arturo González González
La Organización de las Naciones Unidas debe ser reformada urgentemente o corre el riesgo de caer en la irrelevancia absoluta frente a los grandes problemas de nuestro tiempo. Esta conclusión se desprende de la intervención de Antonio Guterres durante la apertura de la 78 Asamblea General de la ONU el 19 de septiembre pasado. “Nuestro mundo se está desequilibrando. Las tensiones geopolíticas están aumentando. Los desafíos globales están aumentando. Y parecemos incapaces de unirnos para responder”. Las palabras del secretario general de Naciones Unidas se escuchan como un grito desesperado ante lo evidente: el mundo camina hacia un escenario de menos colaboración y más confrontación.
Los constantes llamados de Guterres recuerdan las advertencias que Bertha von Suttner lanzó de forma insistente en textos y congresos en plena Paz Armada (1871-1914). La activista austro-bohemia publicó en 1889 la novela ¡Abajo las armas!, una obra referencial del pacifismo que cuenta la tragedia vivida por la protagonista, Martha Althaus, a causa de cuatro guerras a lo largo del siglo XIX. Como una de las cabezas más visibles del movimiento internacional por la paz, Suttner se convirtió en la primera mujer en recibir el Premio Nobel de la Paz en 1905.
Sus planteamientos abarcaban la necesidad de establecer mecanismos eficientes de arbitraje internacional, acciones para disminuir los arsenales de las potencias, educar para la construcción de la paz y crear organizaciones internacionales para promover la paz y la resolución diplomática de disputas. Fue una de las figuras relevantes de las conferencias de la Haya de 1899 y 1907, considerada esta última el primer parlamento mundial de entendimiento multilateral. Los temores de Suttner respecto a un gran conflicto en Europa se concretarían poco después de su muerte, acaecida en 21 de junio de 1914, una semana antes del asesinato del archiduque Francisco Fernando, el pretexto que desencadenó la Primera Guerra Mundial.
“A principios del siglo XX, Europa tenía numerosas potencias. Pero carecía de instituciones multilaterales sólidas. El resultado fue la Primera Guerra Mundial. Un mundo multipolar necesita instituciones multilaterales fuertes y efectivas. Sin embargo, la gobernanza global está estancada en el tiempo”. Estas palabras de Guterres hacen referencia a los fracasos de los esfuerzos para evitar la Gran Guerra. Con todo y lo valioso de los trabajos desarrollados en La Haya y otros congresos que sentaron las bases del derecho internacional y la diplomacia, tuvieron limitaciones en su implementación ya que no existían mecanismos de cumplimiento, salvo la buena voluntad, muy relativa, de los países participantes. Además, las tensiones internacionales iban en aumento de la mano de una creciente carrera armamentista y en medio de disputas territoriales y económicas específicas que no fueron abordadas en las conferencias de paz.
Tras la Primera Guerra Mundial se creó la Sociedad de las Naciones, a propuesta del presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, en 1920. El objetivo central de la SDN era evitar una nueva guerra entre potencias imperialistas y promover la cooperación internacional, la paz y la seguridad. Sin embargo, el esfuerzo fracasó por varias razones y no pudo evitar la Segunda Guerra Mundial. Varios países poderosos, entre ellos EEUU, no se adhirieron a la SDN. Hubo múltiples fallas en la diplomacia preventiva para evitar agresiones. Al carecer de fuerza militar propia, la SDN era débil en su capacidad de acción. Sufrió de parálisis en la toma de decisiones, ya que éstas tenían que ser aprobadas por unanimidad. Al igual que las conferencias de La Haya, la Liga fue incapaz de abordar y resolver disputas territoriales específicas. Y, aunado a lo anterior, los desafíos económicos y sociales de la Gran Depresión y la creciente desigualdad económica contribuyeron a la inestabilidad política en muchas partes del mundo, lo que a su vez facilitó la aparición de movimientos nacionalistas y agresivos.
“Durante gran parte de la Guerra Fría, las relaciones internacionales se veían en gran medida a través del prisma de dos superpotencias. Luego vino un breve período de unipolaridad. Ahora nos estamos moviendo rápidamente hacia un mundo multipolar. Esto es, en muchos sentidos, positivo. Trae nuevas oportunidades para la justicia y el equilibrio en las relaciones internacionales. Pero la multipolaridad por sí sola no puede garantizar la paz”. Y Guterres sabe también que la ONU, en su constitución actual, tampoco puede ofrecer esa garantía. Su situación es precaria, con desafíos y limitaciones que evocan a los esfuerzos precedentes y que amenazan su capacidad para prevenir una nueva guerra mundial y resolver los problemas globales más apremiantes.
Al igual que la Liga de Naciones, el Consejo de Seguridad de la ONU a menudo se encuentra paralizado por desacuerdos entre las principales potencias mundiales, lo que obstaculiza la toma de decisiones efectivas en momentos de crisis. A pesar de sus ideales, la ONU enfrenta la falta de voluntad política de varios estados miembros para cumplir con sus compromisos, lo que limita su capacidad de acción. Las desigualdades económicas y sociales siguen siendo un problema global y pueden contribuir a la inestabilidad y los conflictos. La ONU depende en gran medida de las contribuciones voluntarias de los estados miembros, lo que puede dificultar la financiación de sus operaciones y proyectos o dejarla a merced de fundaciones de empresas privadas con intereses particulares. La percepción de la ONU como una institución efectiva y capaz de abordar los problemas globales se ha erosionado en algunos sectores debido a desafíos en su implementación y a la falta de resultados tangibles. Por si fuera poco, grupos de ultraderecha han cuestionado y atacado la Agenda 2030 y los ideales multilaterales, promoviendo un enfoque nacionalista y reaccionario que obstaculiza la cooperación internacional a la par de que difunde bulos y absurdas teorías conspiranóicas sobre los objetivos de la agenda.
Frente a lo anterior, la visión del secretario general de la ONU se acerca cada vez más a la desesperación, como lo dejó ver en su discurso ante la Asamblea: “nos estamos acercando cada vez más a una Gran Fractura en los sistemas económicos y financieros y las relaciones comerciales. (…) Es hora de renovar las instituciones multilaterales basadas en las realidades económicas y políticas del siglo XXI, arraigadas en la equidad, la solidaridad y la universalidad, fundamentadas en los principios de la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional. No tengo ilusiones. Las reformas son una cuestión de poder. Sé que existen muchos intereses y agendas en competencia. Pero la alternativa a la reforma no es el statu quo. La alternativa a la reforma es una mayor fragmentación. Es reforma o ruptura”.