(Por Arturo González González) Estoy convencido de que vivimos en los albores de una nueva era global. Experimentamos cambios profundos en la forma en que los estados nacionales abordan su economía y la vinculan con su seguridad. El enfoque de seguridad económica ha cobrado relevancia en Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea.
Este enfoque, en contraste con épocas anteriores, trasciende la defensa de las fronteras o la mera maximización de ganancias en un orbe interconectado. Se trata de garantizar que los pilares económicos de un estado sean sólidos y resilientes, y estén protegidos frente a las amenazas que proliferan.
Especialistas como Henry Farrell, Abraham Newman, Shannon K. O’Neal y Anthea Roberts apuntan que, en esta nueva era, la seguridad económica busca reducir la dependencia de países rivales en sectores clave, fortalecer las cadenas de suministro y asegurar que la economía resista en la medida de lo posible las sacudidas externas.
Ya no sólo es la eficiencia, sino también la independencia estratégica y la seguridad en el comercio internacional en medio de un mundo cada vez más impredecible.
Pero ¿qué cambió? ¿Cómo pasamos del paradigma de la máxima rentabilidad, incluso por encima de la seguridad nacional, a la necesidad de la seguridad económica? Hagamos primero un poco de memoria histórica.
De la Guerra Fría a la hiperglobalización
Durante la Guerra Fría (1950-1990), la seguridad nacional era el enfoque predominante en el comercio internacional, al menos desde la perspectiva de EEUU. Las decisiones económicas se tomaban pensando en cómo impactarían en la rivalidad con la URSS. El enfoque restrictivo en el comercio era la norma. Había que evitar la expansión económica del enemigo y que se hiciera de insumos o bienes estratégicos.
Pero tras el final de la Guerra Fría, el mundo abrazó la hiperglobalización (1980-2020), donde la eficiencia y la rentabilidad dominaron las políticas. El comercio se expandió, y las cadenas de suministro se extendieron por todo el mundo, priorizando la reducción de costos.
En la nueva era global somos testigos de la combinación de los dos enfoques. La seguridad económica mezcla la preocupación por la seguridad nacional de la Guerra Fría con el enfoque de eficiencia de la hiperglobalización.
No obstante, hay una diferencia clave: ahora se valora más la resiliencia y la autonomía estratégica en la economía, a través de la búsqueda de un equilibrio entre seguridad y eficiencia. ¿Qué es lo que ha empujado el cambio de enfoque?
Los motores de la seguridad económica
Entre las causas que llevan a EEUU, RU y la UE a caminar por la senda de la seguridad económica, destaco cuatro:
China. La emergencia del gigante asiático como una superpotencia ha obligado a Occidente a repensar sus relaciones económicas. Ya no se trata solo de comerciar y producir donde sea más barato, las decisiones económicas tienen implicaciones geopolíticas. China ha demostrado que la economía puede ser una herramienta de poder, y esto ha llevado a la tríada occidental a replantearse sus dependencias y a buscar nuevas estrategias para reducir riesgos.
Pandemia. El Covid-19 sacudió al mundo y reveló lo vulnerables que eran las cadenas de suministro globales. Productos esenciales, desde mascarillas hasta semiconductores, escasearon. Este shock dejó en claro que la eficiencia no puede ser el único criterio; la resiliencia y la autosuficiencia en ciertos insumos y artículos son ya prioritarios.
Tecnología. La globalización llevó a la concentración de la producción de bienes y tecnologías en unas cuantas regiones, principalmente asiáticas. Esta dependencia no sólo es económica, también puede ser peligrosa en términos de seguridad nacional. Por eso, los países buscan diversificar y recuperar la producción local en áreas críticas. Además, el control sobre tecnologías avanzadas, como semiconductores e inteligencia artificial, es crucial. Las potencias compiten por liderar la innovación tecnológica para controlar el futuro.
Energía. La transición hacia una economía con energías renovables también ha empujado la necesidad de la seguridad económica. Las naciones buscan reducir su dependencia de combustibles fósiles –sobre todo, de países hostiles– y desarrollar tecnologías limpias que les aseguren un futuro sostenible y seguro. Pero para ello requieren de los insumos y la tecnología para desarrollar por su cuenta estas energías.
Una vez que podemos comprender las razones que hacen de la seguridad económica una necesidad, revisemos uno de sus pilares.
La política industrial, pilar del nuevo enfoque
Con el nuevo enfoque de seguridad económica, la política industrial ha resurgido con fuerza. EEUU, RU y la UE están invirtiendo en sectores estratégicos que consideran esenciales para su futuro. Este renacimiento de la política industrial tiene varios aspectos clave:
Sectores críticos. La inversión se concentra en sectores como los semiconductores, las baterías, la tecnología 5G y los productos farmacéuticos. La idea es fortalecer la producción local o cercana y reducir la dependencia de proveedores extranjeros, especialmente de regiones políticamente inestables.
Infraestructura. Los estados nacionales invierten en infraestructura moderna, desde redes de transporte hasta energía renovable, para apoyar a sus industrias críticas. Buscan crear un entorno favorable para la manufactura avanzada y asegurar que las economías sean autosuficientes y competitivas.
Innovación. Un componente vital de la política industrial es el estímulo a la investigación y el desarrollo de tecnologías de punta. Y no se trata sólo de competir, sino liderar en la carrera tecnológica global.
Sostenibilidad. La transición hacia una economía verde se alinea con la seguridad económica. El objetivo es garantizar que la transición energética sea sostenible y segura, y para ello se debe minimizar la dependencia de recursos externos.
Si bien quienes protagonizan el viraje hacia la seguridad económica son las potencias desarrolladas, potencias emergentes, como México, pueden aprovechar el cambio de enfoque.
México en la era de la seguridad económica
Las oportunidades para México están estrictamente relacionadas con las necesidades actuales de EEUU, la geografía y el T-MEC. Menciono algunos de los rostros de esas oportunidades.
Nearshoring. La tendencia hacia la relocalización de la producción cerca de las fronteras nacionales es una gran oportunidad para México. Con su proximidad a EEUU, su infraestructura industrial y su participación en el T-MEC, nuestro país está en una posición privilegiada para atraer inversiones y convertirse en un nodo estratégico en las cadenas productivas norteamericanas.
Sectores estratégicos. Áreas como la manufactura avanzada, la automoción, los semiconductores y los productos farmacéuticos están listas para el despunte en México, debido a las inversiones extranjeras que buscan diversificar y asegurar la producción.
Integración regional. La nueva era global ofrece a México la oportunidad de consolidarse como el socio indispensable de EEUU y Canadá. La integración económica de América del Norte se fortalecerá, y México jugará un papel clave en la seguridad económica de la región. Y no estoy seguro de que estemos tomando nota de ello en casa.
Energías renovables. México tiene el potencial de ser líder en producción de energías renovables con el aprovechamiento de sus abundantes recursos naturales para proyectos solares y eólicos, y convertirse así en el protagonista de la transición energética de la región.
Pero las oportunidades no se aprovechan solas y siempre vienen acompañadas de desafíos que colocan a México frente a una lista de pendientes por resolver.
Los retos de México en la nueva era global
Desafíos para el país hay muchos. En este artículo sólo haré mención de algunos que considero muy vinculados con las oportunidades citadas.
Competencia. México enfrentará una fuerte competencia, no sólo de otros países que también buscan capitalizar el nearshoring, sino también dentro de América del Norte. México tendrá que diferenciarse, desarrollar un mejor talento humano y ofrecer ventajas competitivas para atraer y retener inversiones.
Infraestructura. Aunque México ya cuenta con una infraestructura sólida, debe seguir invirtiendo en mejoras, especialmente en transporte, energía y telecomunicaciones, para manejar el crecimiento y la demanda que traerá la reubicación de la producción.
Seguridad. La incertidumbre regulatoria y los desafíos en seguridad pública, como el crimen organizado, son obstáculos que México tiene que superar para atraer y retener a los inversionistas. Un entorno de negocios estable y seguro es esencial. La reforma judicial mete ruido en esto, aunque no necesariamente implique contravenir los intereses de los inversionistas.
Alineación estratégica. México enfrenta el reto de alinear su política energética con las exigencias de sus socios comerciales, especialmente en términos de sostenibilidad y reducción de emisiones. Pero hay que decir que esta alineación depende de quién gane la elección presidencial en EEUU el 5 de noviembre. Los republicanos son más favorables a los intereses de la oligarquía petrolera que los demócratas.
Pero no sólo quienes dirigen el Estado mexicano tienen tarea por hacer. Como lo manifiesto siempre en mis conferencias, las empresas también están frente a un cúmulo de oportunidades y retos.
Las oportunidades para las empresas
Las empresas mexicanas tienen la oportunidad de integrarse más profundamente en las nuevas cadenas de valor de Norteamérica, con lo cual tendrán acceso a nuevos mercados y fortalecerán su posición en la región.
El arribo de inversiones y el desarrollo de sectores estratégicos permitirán a las empresas nacionales acceder a tecnologías avanzadas, mejorar su competitividad y expandirse.
Adoptar prácticas sostenibles y participar en proyectos de energías renovables no solo beneficiará al medio ambiente, sino que también abrirá nuevas oportunidades de negocio y mejorará la reputación de las empresas mexicanas en el extranjero, con los asegunes de la dependencia al resultado electoral del 5 de noviembre.
Además, las empresas mexicanas pueden establecer alianzas con compañías extranjeras que buscan diversificar sus cadenas de suministro. Esto puede generar nuevas oportunidades de crecimiento y expansión.
Los desafíos, sobre todo para las Pymes
No obstante, debemos ser conscientes de que las empresas mexicanas enfrentarán una mayor competencia, tanto de empresas estadounidenses como de otros países que buscan captar inversiones. Además, deberán cumplir con normativas más estrictas en términos de calidad y sostenibilidad.
Para aprovechar las oportunidades, muchas empresas tendrán que invertir en infraestructura, tecnología y capacitación. Sin embargo, el acceso al financiamiento puede ser un desafío, especialmente para las pequeñas y medianas empresas.
La transformación digital, asignatura pendiente para muchas Pymes, será clave en esta nueva era global. Las empresas que no logren adaptarse y adoptar nuevas tecnologías se quedarán rezagadas en un entorno cada vez más competitivo.
Por otra parte, los desafíos en términos de seguridad pública y la incertidumbre regulatoria podrían afectar la capacidad de las empresas mexicanas para operar y atraer inversiones. Aquí la unión a través de cámaras y clusters pueden ser útil para superar los retos.
La falta de claridad en la política energética y las tensiones en torno a las reformas regulatorias, como la judicial, podrían crear un entorno incierto que desanime la inversión y el crecimiento.
Las empresas necesitarán estrategias sólidas para mitigar estos riesgos y trabajar en estrecha colaboración con los gobiernos federal y estatales y otros actores clave para asegurar un marco regulatorio más estable y predecible.
Como podemos darnos cuenta, la seguridad económica no es solo un desafío de EEUU, RU y la UE, es una tendencia global que afectará a todos, y México tiene la oportunidad de ser uno de los grandes beneficiarios si sabe jugar bien sus piezas. Pero para hacerlo, tanto el sector público como el privado deberán trabajar juntos para superar los retos y capitalizar las oportunidades de esta intrigante y emocionante nueva etapa en la economía mundial.