Tempestades en los bloques de la nueva globalización

Por Arturo González González

El tándem Reagan-Thatcher dio forma en 1980 a la hiperglobalización de corte neoliberal que puso su acento en la construcción de cadenas globales de producción (farshoring) con el objetivo de achicar los aparatos estatales, liberar los flujos de capital e inversión y abaratar los costos de producción. Primero Europa del Este y luego China se integraron al mercado global capitalista para ofrecer mano de obra y capacidad de compra. El tándem Trump-Johnson se convirtió en 2020 en el símbolo de una nueva globalización de corte neoproteccionista con un renovado acento en la creación y/o fortalecimiento de cadenas regionales de producción (nearshoring).

La transformación de la globalización no ha sido repentina, sino el producto de una serie de fenómenos económicos y geopolíticos: la desindustrialización de las potencias occidentales y el deterioro de las condiciones de vida de su clase trabajadora; el aumento de la migración sur-norte y este-oeste; la Gran Recesión de 2008; el desastre angloestadounidense en Irak y Afganistán; la guerra en Siria de 2011; el rebase del PIB PPA de Estados Unidos por parte de China en 2014; el Brexit en 2016; el ascenso del neonacionalismo populista de Trump en 2017; la guerra comercial de EEUU contra China en 2018; la pandemia de Covid-19 en 2020; la invasión de Rusia a Ucrania en 2022, y la creciente tensión en Asia Pacífico por Taiwán. Estos hechos han dado forma a la nueva globalización que muestra un rostro mucho más regional que la etapa anterior.

Esta nueva globalización se estructura sobre la base de tres bloques regionales que se han desarrollado y evolucionado en la hiperglobalización que agoniza. Por antigüedad, el primero de ellos es la Unión Europea, constituida por 27 países y cuyo motor económico es Alemania. Se trata del bloque que más trayectoria y trabajo tiene en la integración económica, la cual ha sido gradual y ascendente desde la creación en 1951 de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero hasta la conformación oficial de la UE en 1993 con el Tratado de Maastricht. Actualmente representa un mercado de 450 millones de personas con el 18 % del PIB global nominal.

El segundo bloque es Norteamérica, al que pertenecen EEUU, México y Canadá y cuyo centro económico está en el primero. El paso inicial para su constitución se dio en 1994 con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), cuyo objetivo era la disminución de las barreras arancelarias entre los tres países. El segundo paso ocurrió en 2020 con la entrada en vigor del Tratado México-EEUU-Canadá (TMEC), el cual supera la visión de librecambio por baja de aranceles para transitar hacia el objetivo de la integración económica. Con sus 500 millones de habitantes, el bloque norteamericano representa el 28 % del PIB global nominal.

La Asociación Económica Integral Regional (RCEP, siglas en inglés) es el tercer bloque regional del nuevo concierto de la globalización. Está conformado por 15 países de Asia Oriental y Oceanía y su motor económico es China. El antecedente principal del RCEP está en la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, siglas en inglés) que nació en 1967 con cinco países de la región para llegar a 10 en la actualidad, y que, en 2020, por iniciativa de China, se unió a la RCEP para constituir con ese país, además de Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda y Australia, la zona de libre comercio más grande del mundo. Con sus 2,300 millones de habitantes concentra el 30.5 % del PIB global nominal.

Cada uno de estos bloques enfrenta tempestades geopolíticas que ponen en riesgo su consolidación y merman sus capacidades competitivas para atraer inversión y generar riqueza.

En el caso de la UE, los desafíos son múltiples, internos y externos. Entre los primeros destaca la salida del Reino Unido, que ha avivado las llamas del antieuropeísmo, sobre todo entre una población nacionalista y conservadora que ve en la nueva burocracia comunitaria un lastre para el desarrollo de sus países. Además, la incorporación de naciones eurorientales de la antigua esfera comunista, con escasa tradición democrática liberal, ha puesto en entredicho los supuestos principios fundacionales de la UE, que ha visto crecer en su seno una ola de racismo y de políticas antiliberales de algunos gobiernos. Entre los desafíos externos, el principal, sin duda, es la invasión de Rusia a Ucrania, que ha llevado la guerra a las fronteras comunitarias y ha colocado a la UE, otra vez, a la vera de los intereses estadounidenses y en la indecisión sobre cómo manejar relación con China, su principal socio comercial a la vez que aliado de facto de Rusia, a quien Bruselas ve como su más seria amenaza.

La principal amenaza para la consolidación de la RCEP está focalizada en Taiwán. China reclama como suya la isla independentista y se reserva el derecho de usar la fuerza, en caso de que sea necesario, para asegurar su incorporación plena. Pero Taipéi no está sola, cuenta con un creciente apoyo militar y logístico de EEUU que, contrario a la política de “una sola China”, apoya la autonomía de la isla. Las aguas turbulentas de esta zona del Pacífico llegan hasta Australia, socio de Pekín, que mira cada vez con más recelo el crecimiento del poderío naval y militar chino, y se ha unido en alianza estratégica con Washington y Londres (el AUKUS) para plantar cara a lo que este eje llama el “expansionismo chino”. También Corea del Norte, que no pertenece a la RCEP, pero es satélite de China, representa un foco de tensión por sus constantes amagos contra Corea del Sur y Japón, socios comerciales de Pekín.

En Norteamérica, la mayor tempestad viene del ámbito de la seguridad transfronteriza. El narcotráfico y el crimen organizado contaminan la buena relación comercial entre México y EEUU y azuzan en el sector republicano ultraconservador los más burdos ánimos belicistas y antimexicanos. El secuestro y asesinato de ciudadanos estadounidenses en México ha reabierto la puerta a la manipulación del tema de seguridad por parte del ala radical de la derecha del vecino país, que desvía la atención del asunto central para encontrar una salida viable a la crisis de adicciones en EEUU y la crisis de violencia en México, a saber: la colaboración binacional con respeto y sin injerencias para disminuir la demanda de estupefacientes, aplicar controles más estrictos en la venta de armas, combatir el lavado de dinero y la corrupción, así como fortalecer las labores de inteligencia para desmantelar a los cárteles en México y sus redes al otro lado de la frontera.

Los desafíos de los tres bloques regionales demuestran también que en esta nueva globalización no todo tiene que ver con la economía, como se creyó en la hiperglobalización. La política tiene un peso determinante.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.