Una semana de reacomodos geopolíticos

Mientras la pandemia da visos de ceder al fin, las potencias globales redibujan sus derroteros geopolíticos. En la última semana hemos atestiguado la aceleración de los nuevos intereses geoestratégicos de los estados protagonistas de la historia universal contemporánea en la que estamos inmersos y que, nos guste o no, nos percatemos de ello o no, afecta nuestro presente y definirá parte de nuestro futuro. Por ahora, tres tendencias han quedado claras tras los acontecimientos de los últimos días.

Primera tendencia. El nuevo eje de la política exterior de Estados Unidos está ahora en la región indo-pacífico. A comienzos de la semana pasada, el presidente estadounidense Joe Biden llamó a su homólogo chino, Xi Jinping, para intentar poner freno al distanciamiento entre las dos superpotencias provocado por sus rivalidades económicas, tecnológicas, militares y geopolíticas. Sin muchos detalles de ambas partes, la intención manifiesta de Biden era tratar de encauzar un diálogo sobre los temas globales más relevantes como clima, salud, comercio y seguridad. Pero 48 horas después Washington sacudió el tablero mundial con el anuncio del acuerdo AUKUS entre Australia, Reino Unido y EUA para dotar al primer país de submarinos de propulsión nuclear que puedan patrullar sin descanso las aguas de los océanos Índico y Pacífico Sur en la zona en donde China tiene una creciente presencia. Se trata de un eje de una potencia atlántica (RU), una pacífica (Australia) y otra atlántico-pacífica (EUA) que refuerza la anglosfera ya planteada con el sistema de vigilancia y espionaje global Cinco Ojos, en el que participan, además de las naciones mencionadas, Canadá y Nueva Zelanda, y que también tiene a China como objetivo central. Esta configuración de intereses deja en claro varios hechos: que EUA ha movido su mira geoestratégica de Oriente Medio a Asia Oriental, con foco en China, lo que ha quedado en evidencia con la caótica salida de Afganistán y la reducción de tropas en Irak y el fortalecimiento de la presencia anglosajona en indo-pacífico; que RU afianza su alineación a los intereses estadounidenses tras su salida de la Unión Europea; que Australia deja atrás a su política de equilibrio entre EUA y China para incorporarse a la visión geopolítica de la potencia americana, y que EUA deja en segundo término su alianza con Europa para construir una nueva estrategia global con potencias de habla inglesa.

Segunda tendencia. En la UE empieza a cobrar forma la creación de una política exterior y de defensa independiente de EUA. Si el gobierno de Donald Trump, que no se cansó de minar la confianza de Bruselas en Washington, encendió las alertas europeas sobre la necesidad de una mayor autonomía geoestratégica, los primeros meses de la administración Biden han afianzado la idea, para sorpresa de muchos. En el relevo del poder americano ha cambiado la forma, pero no el fondo. La salida abrupta de Afganistán por parte de EUA, sin cuidar los intereses de sus aliados europeos, dejó en claro en el eje franco-alemán de la UE que el “America first” sigue vigente con Biden. Cada vez son más los líderes europeos, entre ellos la canciller alemana Angela Merkel, que repiten que “Europa ya no puede confiar en EUA”. Y para Francia este hecho quedó confirmado con el acuerdo AUKUS. Antes de este compromiso, Australia iba a comprar una flota de submarinos convencionales a Francia, pero el trato se cayó de forma sorpresiva con el anuncio de que Canberra ha elegido a EUA como proveedor de naves más potentes. El ministro de exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, ha resumido en una frase el disgusto de París: “es una puñalada por la espalda”, por parte de Australia y de la Unión Americana, algo que “no se hace entre amigos”. El malestar ha motivado el retiro temporal de los embajadores de Francia en Canberra y Washington. Pero el asunto es más profundo: a la UE le preocupa la visión hostil americana respecto a China y Rusia, dos potencias con las que Bruselas sabe que debe negociar en favor de su desarrollo económico, seguridad energética y seguridad nacional. Europa depende del gas ruso, tiene fuertes lazos comerciales con China y necesita de ambos para mantener la paz en Eurasia. En este contexto deben leerse los discursos de Josep Borrell, ministro de exteriores europeo, y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, brazo ejecutivo de la UE, quien, en su mensaje sobre el Estado de la Unión de la semana pasada, dejó en claro que lograr la autonomía estratégica es su prioridad.

Tercera tendencia. China y Rusia buscan llenar, a su manera, los vacíos que está dejando en Eurasia el repliegue hegemónico de EUA. Una clara prueba de ello es el rápido acercamiento de Pekín y Moscú con el nuevo gobierno talibán de Afganistán. La comunión de intereses entre ambas potencias parece haber alcanzado una nueva fase con la salida de tropas estadounidenses de Asia Central. Para Rusia es fundamental garantizar la seguridad de la región por sus intereses geopolíticos en una zona que considera parte de su espacio vital. Y para ello, la única forma de evitar una propagación del extremismo es negociar con los talibanes. Para China, Afganistán representa también un reto en materia de seguridad, pero también una oportunidad de afianzar su estrategia económica global conocida como la Nueva Ruta de la Seda. Para Moscú y Pekín en conjunto, la salida de EUA de Asia Central significa la posibilidad de una Eurasia sin EUA, gestionada por el acuerdo entre ambas potencias y la UE, el tercer gran jugador del supercontinente. Bajo esta óptica hay que leer lo ocurrido, también la semana pasada, en el seno de la Organización para la Cooperación de Shanghái, la “OTAN del Oriente”. Casi sin hacer ruido, la agrupación que reúne a China, Rusia, India, Pakistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán, y que cumple 20 años en este 2021, anunció la incorporación de Irán como miembro de pleno derecho. Con este paso, la república islámica se integra al eje estratégico que dominan Pekín y Moscú en momentos en los que se discute la posibilidad de reactivar el acuerdo para prohibir el desarrollo de armas nucleares por parte de Teherán a cambio de inversiones, una visión compartida por Europa, Rusia y China. Y precisamente en el ámbito comercial la semana pasada el gobierno chino formalizó su intención de incorporarse al Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (TPP), al que pertenecen México, Canadá, Japón, Perú, Australia, entre otros, y que EUA abandonó durante el gobierno de Trump. De esta forma, Pekín pretende ocupar el espacio dejado por Washington y apuntalar su hegemonía económica en Asia-Pacífico que en 2020 impulsó con la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), la zona de libre comercio más grande del mundo. Este hecho explica las movidas de EUA.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.