2022 en seis fenómenos

Por Arturo González González

Parteaguas. Disruptivo. Año de la guerra. Del descontento. De la inflación. Año de la resignación. Existen varias formas con las que podremos recordar al agonizante 2022. Todo depende desde cual atalaya nos levantemos a mirarlo. Pero está claro que, por múltiples razones, 2022 ocupará un lugar especial en los libros de historia. Antes de que el calendario termine por devorarlo, revisemos el año 2022 en seis fenómenos que dejan una profunda huella en el devenir global.

1. Como sus hermanos 2020 y 2021, el que muere es también año de la pandemia. De hecho, 2022 comenzó en medio de la peor ola de contagios de Covid-19 desde que se decretó la emergencia mundial en marzo de 2020. No obstante, el avance de la vacunación y la menor letalidad de las nuevas variantes evitaron que la cifra de muertes rebasara a la de oleadas anteriores. La diferencia con los dos años pasados es que en 2022 observamos la eliminación gradual de las restricciones en la mayoría de los países y el retorno a la normalidad traducida en adaptación. La gente volvió a salir de sus casas, volvió a viajar, a comer en restaurantes, a trabajar en oficinas y plantas industriales, a llenar los centros comerciales, estadios y salas de concierto. El tercer año de la pandemia fue el de la aceptación, el año en que “aprendimos” a vivir con el virus.

2. Uno de los efectos de la pandemia ha sido el encarecimiento generalizado de bienes intermedios y de consumo. En este sentido, 2022 es también el año de la inflación global. En un buen número de economías, los índices de precios alcanzaron cifras no registradas desde la década de los 70 del siglo pasado, es decir, en la época de la estanflación. Pero no fue solo la pandemia y la alteración que trajo en las cadenas de suministro globales. A este fenómeno se sumó la guerra en Ucrania, con el repunte de los precios del petróleo, la crisis alimentaria y la desconexión parcial de la economía rusa. Y aunque se menciona poco, antes de la pandemia y del conflicto bélico la guerra comercial y tecnológica de Estados Unidos contra China ya venía causando estragos en las cadenas globales de comercio. En parte por la inflación y las medidas adoptadas para combatirla, 2022 no ha sido el gran año del repunte económico como se esperaba, sino más bien el año de la recuperación pospuesta.

3. También 2022 es el año del descontento por múltiples razones. En los primeros meses se replicaron en Europa y EEUU las protestas que desde finales de 2021 venían registrándose en contra de las restricciones oficiales para tratar de contener la ola de contagios de Covid-19. Pero además de estas manifestaciones que reflejaban el agotamiento social pandémico, se han registrado a lo largo y ancho del mundo otros signos de inconformidad política. En Europa se han visto protestas a causa de la crisis energética y contra las sanciones a Rusia. Dos países en particular han sufrido turbulencias políticas: Reino Unido, que ha tenido tres gobiernos en un año, e Italia, en donde la ultraderecha posfascista se ha hecho con el poder.

En Oriente, la teocracia de Irán se vio golpeada por las manifestaciones más grandes en años debido al reclamo social contra la represión hacia las mujeres, pero también por las difíciles condiciones económicas sufridas como consecuencia de la crisis pandémica y las sanciones de EEUU. En China ha ocurrido lo inusitado: miles de personas han salido a las calles a exigir al régimen que aligere las medidas de la política de Covid cero. Y es que el gigante asiático es de los pocos países que mantienen fuertes restricciones sociales para evitar la propagación de contagios. Y en América Latina, 2022 ha sido el año del afianzamiento de la ola rosa: el triunfo de opciones de izquierda que han formado gobierno producto del descontento que existe con las alternativas consideradas neoliberales.

4. Si en los últimos años quedaron en evidencia las fracturas de la globalización, en 2022 la disrupción parece consumada. China y Rusia exhibieron en febrero la muestra más clara de su sintonía al publicar una declaración conjunta en la que, entre otras cosas, se proponen construir un orden mundial distinto al hegemonizado por EEUU. Con menos vehemencia, otros estados han ensayado una distancia con la visión occidental, lo cual ha quedado expuesto con la resistencia a aplicar sanciones a Rusia más allá del ámbito de influencia directa de Washington y Bruselas. Mientras algunos estados desafían abiertamente las directrices estadounidenses, otros marcan distancia con el gigante americano sin enfrentársele directamente. Por ello, 2022 bien puede quedar como el año de la disrupción global, el momento de ruptura del sistema mundial impulsado por EEUU tras la caída del muro de Berlín y el colapso de la URSS.

5. En 2022 también la guerra volvió a Europa. Rusia invadió Ucrania para iniciar un conflicto del cual no se observa un final próximo. Mientras el gobierno de Putin se empeña en cumplir su objetivo de minar las capacidades de Ucrania de sostenerse como estado independiente de su influencia, la OTAN hace lo posible por armar a Kiev para que resista el embate ruso. Se trata de una guerra regional de implicaciones internacionales con consecuencias que alcanzan al orbe entero. De la mano de este conflicto y en medio del deterioro de las relaciones entre EEUU y Europa, por un lado, y China y Rusia, por el otro, el fantasma de la amenaza nuclear se ha posado sobre el mundo como no lo hacía desde la crisis de los misiles en Cuba. Los análisis de la situación real de riesgo se multiplican a la par de que la retórica oficial de los países involucrados adquiere un tono irresponsable.

6. Tal y como se viene desarrollando desde hace 27 años, en 2022 tuvo lugar la conferencia de las partes sobre cambio climático en Egipto. Hasta antes de la COP27, los esfuerzos de las cumbres se enfocaron en impulsar compromisos para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global. Lo inusitado de la conferencia de Sharm el-Sheij es que el acento se colocó sobre la necesidad de que los países desarrollados, es decir, los que más han contribuido al cambio climático, paguen compensaciones a las naciones emergentes, o sea, las más vulnerables, por los daños causados por los efectos del calentamiento global. Si bien es cierto que el planteamiento se antoja justo, también lo es que implica un cambio radical de visión: del enfoque de remediación se transita ahora a uno de adaptación. Parece ahora más importante contar con los recursos para enfrentar las consecuencias del cambio climático que tratar de detenerlo. En este sentido, 2022 puede ser nombrado como el año de la resignación. La meta de no elevar la temperatura promedio global más de 1.5° C se vislumbra lejana mientras las economías más grandes afianzan su dependencia de los hidrocarburos para recuperar el camino del crecimiento.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.