China y el juego de las hegemonías

Por Arturo González González

China intenta posicionarse en el mundo como una potencia de primer orden, no sólo en los planos económico y tecnocientífico, sino también en el político. Al gobierno de Xi Jinping le interesa mostrar a Estados Unidos como una hegemonía desgastada y anacrónica que trata de imponer su visión unilateral al resto del orbe. En ese camino, según Pekín, Washington asume una postura beligerante en conflictos internacionales como el de Ucrania, mientras el régimen comunista chino se presenta como un posible mediador promotor de la paz y la estabilidad mundial, dentro de lo cual se ha anotado el éxito diplomático de mediar para el acercamiento entre Arabia Saudí e Irán, hasta hace poco enfrentados en Oriente Medio. Pero esta posición de potencia responsable y pacífica se contradice con el interés geopolítico de Pekín de hacer de Asia su esfera de influencia exclusiva.

Occidente busca sacar provecho de esta contradicción con una estrategia de dos vías. Por un lado, EEUU impulsa activamente armar a Ucrania frente a Rusia, socio de China en la visión de un nuevo mundo multipolar; da alas a Taiwán para defenderse de una posible invasión de Pekín, que reclama la isla como parte integral de su territorio; fortalece su presencia naval en los mares de China a la par de que construye una alianza militar con Reino Unido y Australia para frenar el “expansionismo chino”, y mantiene una guerra comercial y tecnológica para obstaculizar el ascenso económico de China. Por otro lado, la Unión Europea ensaya un acercamiento con Pekín para fortalecer los debilitados lazos comerciales y políticos a cambio de que el presidente Xi Jinping convenza a su homólogo ruso Vladimir Putin de sentarse a la mesa a dialogar sin condiciones con el presidente ucraniano Volodimir Zelenski. Es claro que, para la OTAN, que acaba de sumar a Finlandia como su miembro 31, y sobre todo para EEUU, Rusia debe ser vencida en el campo de batalla.

Pero ni a China y ni a la UE les conviene una Rusia derrotada, además de que alcanzar ese objetivo es muy complicado y pudiera llevar a un escenario catastrófico. Si Rusia pierde la guerra, China pierde un socio de vital importancia para sus afanes globales. Si Rusia es doblegada, la UE no vería necesariamente incrementar sus garantías de seguridad en la frontera oriental, sino que, al contrario, pudiera ahondar la inseguridad e incertidumbre. El panorama es muy complejo, mucho más de lo que se reconoce comúnmente. Bruselas quiere que Pekín le ayude a aplacar a Moscú, mientras Washington establece un cerco para contener a Pekín, mientras éste quiere afianzarse como una potencia mundial y consolidarse como el único poder influyente en Asia.

La pregunta central es si China está buscando construir una hegemonía global que sustituya a la estadounidense. Para responderla, tenemos que observar no sólo lo que hoy acontece, sino también lo que ha ocurrido con hegemonías mundiales anteriores y los intentos de construcción de una hegemonía desde Asia. Como lo he dicho en anteriores artículos, una hegemonía no es una simple dominación por la fuerza. La necesidad de coacción de una potencia demuestra su debilidad hegemónica. Porque el liderazgo de un hegemón se construye sobre la base de que su poder es benéfico para el sistema en su conjunto. El ejemplo clásico es Atenas: durante medio siglo mantuvo una hegemonía en el mundo griego hasta que, una vez desgastado su liderazgo por la desconfianza de los demás integrantes del sistema, fue desafiada por Esparta en una guerra de 30 años que puso a Grecia a merced de nuevas potencias.

Las dos referencias más cercanas en el tiempo son EEUU y RU. En ambos casos, el paso previo a la hegemonía mundial fue la construcción de una hegemonía regional. Para ser el poder predominante en Europa, el Imperio británico primero tuvo que derrotar a la Francia napoleónica a inicios del siglo XIX y dejar en claro que no había país alguno capaz de garantizar la estabilidad del continente. Una vez alcanzado el objetivo regional, se lanzó a consolidar y expandir sus dominios en África, Asia y Oceanía para construir el imperio más grande hasta entonces conocido. Hizo de la India el centro de su imperio, doblegó a China, frenó a Rusia, saqueó África y controló todas las rutas marítimas con la flota más grande de la época. A fines del siglo XIX todas las potencias aceptaron la hegemonía británica como la única capaz de salvaguardar los intereses del sistema mundial imperialista… hasta que surgió el desgaste y las rivalidades se multiplicaron y estallaron en dos guerras mundiales.

En América, tras la Guerra de Secesión que se resolvió con el triunfo del norte capitalista, EEUU se involucró en la consolidación de una hegemonía continental. Ya antes había logrado la primacía en Norteamérica con una política expansionista territorial que combinó la compra, invasión y el despojo. En poco más de medio siglo, la Unión Americana que había nacido en apenas una franja de la costa Atlántica, hizo suyo el litoral del Pacífico y puso pie en el Ártico. Con estas conquistas detrás, hizo valer la doctrina Monroe para limitar la intervención europea en América y venderse como el garante de la independencia de las nuevas repúblicas americanas, aunque a algunas de ellas, como México, les haya arrebatado territorio. Una vez afianzada su hegemonía regional, estuvo en condiciones de inclinar la balanza en las dos guerras mundiales para luego establecer un nuevo orden global bajo su hegemonía, misma que alcanzó su cúspide en la última década del siglo XX, tras la caída del bloque soviético.

En Asia, el ejemplo más claro de una potencia que ha aspirado a la hegemonía es Japón. Tras su apertura al mundo en la segunda mitad del siglo XIX, el Imperio japonés se industrializó, expandió su economía y modernizó sus fuerzas armadas como ningún otro país en el continente. Pero en vez de alinear sus intereses con los del sistema que pretendía liderar, Japón desplegó una política ultranacionalista de dominación e hizo alianza con otros imperios autoritarios para terminar en un choque fatal con el Occidente liberal que ya lideraba EEUU. El resultado fue catastrófico. Casi un siglo después, China es el nuevo vivo ejemplo de una potencia asiática que busca ascender a una posición de peso en el mundo. La historia muestra que, si Pekín aspira a la hegemonía mundial, lo cual por ahora no está claro, necesita primero ser el hegemón regional de Asia. Pero su liderazgo genera desconfianza, además de que los intereses estadounidenses aún están presentes en la región Indo-Pacífico. Pero China debe tener cuidado de no cometer el error que cometió Japón de intentar someter y abarcar más de lo que sus capacidades le permiten. Un choque frontal con EEUU hoy sería contraproducente para China y potencialmente trágico para el mundo entero.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.