(Por Arturo González González) En conferencias y otros artículos he dicho que la regionalización se ha convertido en una tendencia dominante en la nueva era global. Y he hablado principalmente de dos rasgos de esta tendencia: la consolidación de bloques económicos regionales y el impulso de corredores geoeconómicos estratégicos. Pero existe un tercer rasgo que cobra relevancia en el momento histórico que vivimos: es el vínculo entre regionalización y paradiplomacia.
Entre bloques y corredores
La hiperglobalización fomentó una integración mundial basada exclusivamente en la rentabilidad del capital. Varios fenómenos han reconfigurado el orden global en los últimos años y han puesto de relieve otros factores. Crisis económicas, guerras comerciales, conflictos bélicos, pandemias, tensiones geopolíticas y trastornos en los embudos del comercio internacional (estrechos y canales) han vuelto necesario un reajuste de la globalización que hoy avanza hacia la regionalización.
En el horizonte se observan tres bloques regionales principales: Asia-Pacífico, con la Asociación Económica Regional Integral (RCEP, por sus siglas en inglés), que conforman 15 estados nacionales y de la cual China es el motor principal; Norteamérica, con el Tratado México-EEUU-Canadá como eje, y la Unión Europea, que aglutina a 27 países. Existen otros bloques, pero su participación en el comercio global es muy reducida en comparación con los tres mencionados.
Esta regionalización crece debido en parte a que la rentabilidad ya no es el único factor a considerar a la hora de proyectar las inversiones y el comercio. Se suman ahora variables como la cercanía geográfica e ideológica, la disminución del riesgo geopolítico, el menor costo de transporte y la afinidad cultural. Para EEUU, por ejemplo, se ha vuelto necesario bajar la dependencia que su mercado tiene respecto a la industria china y taiwanesa, para lo cual requiere fortalecer sus cadenas de proveeduría con México y Canadá.
Otro rasgo del acento regional de la nueva globalización es la proliferación de megaproyectos geoeconómicos como las rutas y corredores estratégicos. China impulsa desde hace una década la Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como Nueva Ruta de la Seda, para conectar en principio su aparato industrial con los mercados y las fuentes de recursos de Eurasia. La UE cuenta ya con el corredor de la Banana Azul, que conecta la industria y los mercados de Europa central y el Mediterráneo. Y en Norteamérica avanza el Corredor Ferroviario T-MEC, para integrar las economías de los tres países.
La otra regionalización
Pero la regionalización no sólo se observa en los bloques económicos o en los corredores geoeconómicos, sino también en la irrupción de las entidades subnacionales y regiones en el contexto internacional. Y dicha irrupción ha sido por una cuestión de necesidad, pero también de oportunidad en un momento de parteaguas histórico. Entre las causas que impulsan a las regiones y entes subnacionales a buscar una mayor proyección internacional, destaco las siguientes:
Globalización. Este fenómeno tuvo un doble efecto en apariencia contradictorio. Por un lado generó una conciencia mayor sobre la conexión entre sí de las sociedades de los estados nacionales. Por el otro, motivó el debilitamiento de la capacidad de injerencia y acción de los gobiernos nacionales en la solución de problemas internos debido a la necesidad de actuar en coordinación con organismos internacionales u otros gobiernos.
Polarización. Las relaciones entre países han entrado en proceso de fuerte ideologización en la cual las agendas y los intereses chocan y afectan la actividad diplomática tradicional. Asistimos hoy a un escenario de pugna e incertidumbre en materia de relaciones entre estados nacionales debido a la visión sectarista y populista de mandatarios que se valen de la estridencia para empujar sus agendas dentro del reducido marco temporal de los ciclos electorales, incluso
Inestabilidad. La política nacional se ha convertido en un campo de batalla de posturas aparentemente irreconciliables. Las fuerzas partidistas que disputan el poder han renunciado al diálogo con sus contrapartes, lo cual disloca las estrategias de alcance nacional y deja a las entidades subnacionales y regiones a la deriva de los vaivenes electorales.
Metropolización. La urbanización explosiva ha dado paso a la metropolización regional. Ciudades que crecieron de forma considerable se han unido en un mismo espacio metropolitano, propiciando una concentración de recursos, poderes y capacidades. La asociación de municipios en una metrópoli conlleva la unificación de visiones y proyectos.
Identitarismo regional. El intento de homogenización cultural y social que trajo la globalización generó una reacción: los movimientos identitarios. Provincias y regiones con rasgos culturales específicos, distintos a los de una cultura nacional dominante, han buscado afianzar su identidad a través de estrategias cada vez más asertivas.
Regionalización y paradiplomacia
Frente a la fragmentación del orden hiperglobal y la parálisis de la diplomacia tradicional, la paradiplomacia se asoma como una alternativa viable y sostenible para instituciones provinciales y metropolitanas que deseen construir vínculos más allá de las fronteras de sus países y de los sesgos ideológicos predominantes.
La paradiplomacia es la práctica mediante la cual estados, provincias, regiones y ciudades, ya sea a través de instituciones públicas, privadas o sociales participan en actividades diplomáticas y relaciones internacionales. Las entidades subnacionales actúan de manera autónoma en el contexto global para promover sus intereses en múltiples ámbitos, tales como el industrial, tecnológico, comercial, turístico, cultural, ambiental, educativo, entre otros.
Con la paradiplomacia, las entidades subnacionales o regionales pueden interactuar con actores internacionales, bajo su propia iniciativa, con su agenda y sin depender de los canales diplomáticos de sus países. Construir sus propias vías de interacción les permite trabajar en objetivos específicos y vinculados a sus realidades, a través de redes de colaboración e intercambio.
Entre las ventajas de la paradiplomacia regional podemos mencionar la flexibilidad para adaptarse a los retos y las oportunidades, ya que las restricciones diplomáticas suelen ser más rígidas para los gobiernos nacionales que para los subnacionales; la descentralización y un ejercicio más equitativo del poder; el incremento de la visibilidad de los problemas regionales y la participación de organismos locales en temas de carácter global, y el fomento de la innovación a través del intercambio de conocimiento y buenas prácticas.
Metrópolis, asociaciones de municipios, empresas privadas, cámaras y agrupaciones sectoriales, universidades y organizaciones de la sociedad civil también pueden ejercer una actividad paradiplomática fructífera. Frente a la inacción o parcialidad de la diplomacia tradicional, cualquier actor provincial o regional de peso tiene la posibilidad de construir una agenda internacional bajo esquemas de colaboración y cooperación novedosos e innovadores.
Enfoques de la paradiplomacia
Desde un enfoque histórico, la paradiplomacia surge de la necesidad de las regiones de defender sus intereses específicos en medio de un clima creciente de incertidumbre global y polarización política nacional. En el plano periodístico, las entidades subnacionales y regionales han ido ganando presencia mediática en la medida en que despliegan más recursos para su proyección internacional.
Una mirada política permite ver a la paradiplomacia como un instrumento efectivo de las regiones para influir en estrategias internacionales y participar en la toma de decisiones globales. En el terreno de la geopolítica, la práctica paradiplomática fortalece la posición de las regiones en el escenario global a través de alianzas estratégicas y la promoción de sus agendas.
Si pensamos en economía, la paradiplomacia agiliza la atracción de inversión extranjera, el desarrollo del comercio exterior y la participación regional en proyectos y fondos internacionales. Desde un enfoque geoeconómica, la vinculación a través de corredores estratégicos es un buen ejemplo de cómo la paradiplomacia puede impulsar el desarrollo regional y la integración económica incluso entre provincias o ciudades de distintos países.
La paradiplomacia también tiene implicaciones filosóficas, ya que permite la descentralización del poder, el incremento de la autonomía y la democratización de las relaciones internacionales al hacerlas más profundas y horizontales. Sociológicamente hablando, la actividad paradiplomática fortalece la identidad regional y cultural, al permitir a las comunidades locales preservar y proyectar sus tradiciones y valores en el ámbito global.
Casos notables de paradiplomacia
Existen numerosos casos de prácticas paradiplomáticas, mismos que podemos dividir según el nivel o el actor que las ejecuta. Ejemplos de gobiernos subnacionales con una paradiplomacia muy activa son Québec, Cataluña, el País Vasco, Flandes, Escocia y California. En todos estos casos, sus gobiernos y agencias han logrado construir sus propios canales de conexión, proyección, atracción y cooperación con instituciones gubernamentales de otros países, organismos internacionales, empresas y centros educativos.
En el caso de México, es posible detectar dos tipos de paradiplomacia: la ejercida por los gobiernos de los estados, y la impulsada por agrupaciones de la iniciativa privada y de la sociedad civil. Dentro de los primeros es digno de mención el ejemplo de Jalisco, por mucho el estado con el mayor número de acuerdos interinstitucionales que le ayudan a contar con una amplia proyección internacional. También resulta notable el ejemplo de Coahuila, estado que, ante el cierre de ProMéxico, única estrategia de promoción económica nacional, ha creado la oficina de ProCoahuila con el mismo fin pero para la entidad.
Pero los casos que me resultan más atractivos son aquellos que surgen de una iniciativa empresarial y/o de sociedad civil y que, además, trascienden las fronteras estatales. En este sentido, El Gran Bajío es un referente de cómo proyectar una región que abarca seis estados (Querétaro, Aguascalientes, San Luis Potosí, Guanajuato, Michoacán y Zacatecas) como un polo de desarrollo industrial. Y en la misma ruta avanza el binomio Invest In La Laguna–Metrópoli Laguna, una estrategia dual que busca promover en el mundo a la región ubicada en Coahuila y Durango, a la par que mejorar sus capacidades a través de una gobernanza metropolitana.
En suma, la paradiplomacia es hoy una herramienta esencial para el desarrollo y la proyección de las regiones y los gobiernos subnacionales en el mundo. Dentro de un contexto en el que la regionalización tiene cada vez más peso, la capacidad de acción autónoma en el escenario global permite a las entidades y provincias afrontar retos específicos, atraer inversiones, fomentar el intercambio comercial y fortalecer su identidad cultural. En este sentido, la paradiplomacia es mucho más que un complemento de la política exterior de los estados nacionales, es la gran oportunidad para el desarrollo local y regional en una globalización que se está transformando.