(Por Arturo González González) En su célebre Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, el polímata alemán Alexander von Humboldt dejó, entre muchas otras, esta interesante anotación sobre México:
“Entre las colonias sujetas al dominio del rey de España, Méjico (sic) ocupa actualmente el primer lugar, así por sus riquezas territoriales como por lo favorable de su posición para el comercio con Europa y Asia.
“No hablamos aquí sino del valor político del país, atendido su actual estado de civilización que es muy superior al que se observa en las demás posesiones españolas.”
Por lo dicho por Humboldt, la promesa de un México como potencia viene incluso desde antes de consumar su independencia. Pero, ¿qué tan real y probable es ahora?
Proyecciones recientes
México será una de las diez economías más grandes del mundo en 2030 y en 2050 estará en el séptimo lugar, justo debajo de Rusia y por arriba de Japón.
Esto no lo digo yo, ni el gobierno actual de Andrés Manuel López Obrador ni el equipo de la futura presidenta Claudia Sheinbaum.
Lo dice la consultora británica PwC en su informe La visión a largo plazo: ¿cómo cambiará el orden económico mundial hacia 2050?, publicado en 2017.
Pero la idea de México como potencia económica no es nueva.
En 2005, el grupo líder de inversión y valores Goldman Sachs publicó un documento de análisis de economía global en el que menciona a México como parte de los “próximos once”, países emergentes que a mediados del siglo XXI se ubicarán entre las economías más grandes del mundo.
Entiendo que para muchos resulte difícil de creer, pero PwC y Goldman Sachs ven algo que nosotros no vemos. ¿Qué es lo que valoran esas firmas?
Son varios factores: estabilidad macroeconómica, madurez del sistema político, tratados comerciales, estrategias de inversión y grado de educación. Habría que sumar la complejidad económica y el potencial exportador.
México potencia… ¿vigente hoy?
No obstante, hay un aspecto que debemos tomar en cuenta: las proyecciones de ambas firmas se hicieron antes de la pandemia, cuando la transformación del orden global no era tan evidente como ahora.
El mundo post pandémico es distinto al mundo pre Covid-19, la enfermedad que aceleró las tendencias que ya venían empujando desde mediados de la primera década del presente siglo.
Todavía es pronto para hacer un juicio sobre la vigencia de las proyecciones mencionadas, pero sí podemos revisar la situación económica actual de México para evaluar qué tanto sigue en el camino de convertirse en una potencia económica de primer orden.
Partamos del hecho de que nuestro país es la décimo segunda economía más grande del mundo, ya sea a valor nominal o a paridad de poder adquisitivo (PPA).
Es la primera economía más robusta del orbe hispanoparlante y la segunda más grande de América Latina.
Dicho esto, propongo aquí cinco realidades de la economía mexicana.
1. Un crecimiento regular con potencial
En lo que va del siglo XXI el crecimiento del producto interno bruto (PIB) de México ha sido moderado e insuficiente para impulsar un desarrollo robusto, sostenido, al nivel de la demanda del desafío demográfico y el mercado laboral.
Entre 2000 y 2020, el crecimiento anual promedio del PIB de México fue del 2.1 %, un valor regular comparado con otras economías emergentes.
La pandemia provocó una contracción del 8.3 % en 2020, seguida de una recuperación parcial del 4.8 % en 2021 y un crecimiento estimado del 3.9 % en 2022 y de 3.1 % en 2023.
La tendencia a la moderación es clara y para 2024 se proyecta que el PIB mexicano no crezca más del 2.5 %, en camino hacia el promedio visto hasta antes de la pandemia.
Es claro que la inversión pública y privada ha sido insuficiente para sostener un crecimiento más acelerado. La inversión fija bruta ha rondado el 20 % respecto al PIB, por debajo del promedio de América Latina y de otras economías emergentes.
Ahora bien, la regionalización de las cadenas productivas (nearshoring) coloca a México ante un potencial de expansión económica mayor. Se estima que el PIB de nuestro país podría crecer entre 1 y 2 % más anualmente gracias al nearshoring.
Este aprovechamiento no llegará sólo, hay condiciones políticas, sociales y económicas que deben cumplirse.
Un dato que alimenta el optimismo es que entre 2020 y 2023 México ha visto incrementar la inversión extranjera directa (IED) año con año hasta alcanzar los 36,100 millones de dólares (mdd) el año pasado y una proyección de 39,000 mdd para 2024, según el Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (Comce).
Para matizar el optimismo, hay que decir que la gran mayoría de inversión no es nueva, sino que se trata de reinversión de empresas ya instaladas.
2. Un México de desigualdades sociales y regionales
El nuestro es un país marcado por las desigualdades sociales y regionales, que afectan tanto la distribución de la riqueza como las oportunidades de desarrollo.
El coeficiente de Gini, que mide la desigualdad de ingresos, fue de 0.45 en 2020, uno de los más altos entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
El 10 % más rico de los mexicanos concentra el 57 % de los ingresos totales, mientras que el 10 % más pobre apenas percibe el 1.8 % .
Pero también las disparidades regionales son significativas.
Mientras que estados como Nuevo León, Querétaro y la Ciudad de México tienen niveles de desarrollo comparables a países de ingresos medios altos, estados del sur como Chiapas, Oaxaca y Guerrero enfrentan niveles de pobreza y subdesarrollo similares a los de los países más pobres de América Latina.
En 2020, el PIB per cápita de la Ciudad de México fue más de cinco veces mayor que el de Chiapas.
3. Una economía compleja con desafíos
México tiene una economía diversificada y con una alta complejidad económica, pero enfrenta retos estructurales que limitan su potencial.
Nuestro país ocupa el puesto 21 a nivel mundial en el Índice de Complejidad Económica (ECI, por sus siglas en inglés), lo que refleja su capacidad para producir y exportar una amplia gama de productos sofisticados.
No obstante, esta complejidad no se ha traducido hasta ahora en altos niveles de ingresos o desarrollo humano.
La calidad de la educación y la capacitación de la fuerza laboral son áreas de oportunidad para México.
Por ejemplo, en 2021 nuestro país ocupó el puesto 58 en el Índice Global de Competitividad del Talento, lo que evidencia la urgente necesidad de mejorar el sistema educativo y la capacitación profesional para aumentar la productividad y la innovación.
Otro factor vinculado a ello es el altísimo nivel de informalidad en la economía y el mercado laboral. El sector informal emplea al 55.8 % de la población ocupada y representa el 22.5 % del PIB, según el Inegi.
4. Industrialización con poco valor agregado
México es un país con una amplia base industrial, pero enfrenta lastres relacionados con la dependencia tecnológica y la falta de valor agregado en su producción.
Nos cuesta mucho generar marcas propias competitivas en el mercado global.
La industria manufacturera representa alrededor del 18 % del PIB y emplea a más de 8 millones de mexicanos.
Sin embargo, una gran parte de esta producción está concentrada en el ensamblaje de productos, particularmente en la industria automotriz y electrónica, con un valor agregado limitado.
Y esto se debe en parte a que México depende en gran medida de la tecnología importada para su producción industrial.
En 2022, las importaciones de bienes intermedios y capital representaron el 78 % del total de importaciones, dato que apunta a la necesidad de desarrollar capacidades tecnológicas propias.
5. México y su vocación exportadora
México tiene una fuerte orientación hacia las exportaciones y es una de las principales economías exportadoras de América Latina.
En 2023, el valor total de las exportaciones mexicanas fue de aproximadamente 593,000 mdd, con un crecimiento del 18.6 % respecto al año anterior.
Los principales productos exportados incluyen camiones, automóviles, maquinaria, equipo electrónico y petróleo.
Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), nuestro país podría generar un valor adicional de, por lo menos, 35,700 mdd al año en exportaciones gracias al nearshoring.
Este potencial exportador se fortalece por el hecho de que México posee una red extensa de acuerdos comerciales, incluyendo el T-MEC con Estados Unidos y Canadá, y otros acuerdos con la Unión Europea, Japón y varios países de América Latina.
Nuestro país es uno de los cinco que más socios comerciales tiene en el mundo. Estos tratados facilitan el acceso a mercados internacionales y fomentan la inversión extranjera directa.
Una estrategia integral necesaria
Como puedes ver, México es un país que promete, pero con problemas de peso que limitan su crecimiento y desarrollo, a los que hay que sumar la inseguridad en una parte de su territorio.
Las desigualdades económicas y regionales, la dependencia tecnológica y la falta de valor agregado en su producción industrial son retos que deben superarse para aprovechar plenamente sus oportunidades.
Una estrategia integral que fomente la inversión, disminuya la informalidad, fortalezca el Estado de derecho, mejore la educación y promueva la innovación será clave para desbloquear el potencial económico de México y consolidar su camino hacia las diez grandes economías del mundo.