Por Arturo González González
Es ingenuo pensar que el cine comercial tiene como único afán entretener. Toda obra cultural, individual o colectiva, posee una narrativa política, un discurso ideológico, una forma de ver el mundo y de cómo afrontar sus problemas. El cine ha sido un potente medio de difusión de ideología, sutil o descarada. Más allá de la taquilla o las descargas, el éxito también se mide por la penetración y el alcance del metamensaje de un filme. Qué tanto se comparte la postura política que plantean los realizadores no es un asunto menor. El cine de superhéroes se ha convertido en un aparato muy potente de transmisión ideológica. Como los mitos heroicos de la antigüedad, que poseían una fuerte carga religiosa, los mitos heroicos “laicos” de ahora afianzan en la cultura la ideología de una estructura social, política y económica. Tal es el caso de las superproducciones de Marvel que, con una pléyade de actores y actrices reconocidos, conquistan las pantallas en casi todo el mundo.
La más reciente obra del universo marveliano, Black Panther: Wakanda Forever, destaca por múltiples razones, más allá de los amplios recursos técnicos y las solventes actuaciones. Se trata de la primera gran película de superhéroes en la que los personajes protagonistas son mujeres negras. De hecho, los personajes blancos tienen una relevancia mínima en toda la película. Y los antagonistas también pertenecen a una identidad cultural distinta a la dominante en Occidente. No voy a entrar en detalles de la trama ni haré una crítica cinematográfica, aunque probablemente revele algún spoiler, lo cual me tiene sin cuidado porque pienso que en el cine, como en cualquier obra cultural, lo importante no es el qué sino el cómo. Lo que me interesa es proponer una lectura del metamensaje de la historia y vincularlo con una tendencia histórica que el mundo experimenta desde el final de la Segunda Guerra Mundial: la descolonización y la irrupción del sur global.
Tenemos por un lado a Wakanda, un reino oculto en el África Subsahariana que posee un desarrollo tecnológico y económico sin parangón en el continente gracias a la explotación y manipulación del vibranio, un metal casi indestructible. Wakanda perdió a su rey T’Challa, el Black Panther original, y le sucede primero su madre y luego su hermana Shuri, quien, con la ayuda de cuatro mujeres, se convierte en la nueva Black Panther, la heroína del relato. Del otro lado está Talokan, un reino de las profundidades del océano habitado por los descendientes de un antiguo pueblo maya que, gracias a los poderes de una planta que les permite respirar bajo el agua, construyen una ciudad en el fondo marino, en donde también hay vibranio. Talokan está gobernada por el longevo semidiós Namor, el antihéroe del filme, interpretado por el actor mexicano Tenoch Huerta. El tercero en discordia es una comunidad internacional representada por los gobiernos de los países occidentales más poderosos, potencias con historial imperialista como EEUU y Francia, que anhelan poseer el extraordinario metal con fines sospechosos. Esta es la raíz del conflicto.
Talokan propone una alianza a Wakanda para hacer la guerra a la comunidad internacional y subvertir el orden establecido en una especie de venganza por la explotación llevada a cabo por las potencias imperialistas occidentales a lo largo de cinco siglos. Wakanda se niega a suscribir la alianza: su opción es mantener al resto del orbe alejado del vibranio y al reino ajeno a los problemas del mundo. La negativa de Wakanda provoca que Talokan le declare la guerra con el desenlace de la rendición de Namor frente a Shuri, quien le perdona la vida y le promete protección a su pueblo en caso de intentos de ataque o explotación de las potencias occidentales. La posición de ambos bandos está clara: pertenecen a la periferia del sistema mundial, simbolizan la fuerza conjunta del sur global. Pero su visión es diferente: los talokaniles pretenden alterar el statu quo; los wakandianos quieren mantenerlo, aunque a la distancia. Tal y como lo ha hecho en otras películas, Marvel plantea el conflicto como un problema con sólo dos soluciones: la de los radicales y la de los moderados. Y es evidente de qué lado pone al bando de “los buenos”.
La incorporación de personajes no blancos como protagonistas de la historia, la ponderación de mujeres en roles de fuerza y poder y la inclusión de parejas homosexuales son hechos muy relevantes que reflejan la atención que pone Marvel a la composición de su audiencia, cada vez más diversa y exigente con la necesidad de verse representada en la pantalla en su diversidad. No obstante, por encima de estos guiños progresistas, el metadiscurso marveliano es conservador: mientras no toques las estructuras fundamentales del sistema mundial, está bien que defiendas tus derechos, protejas tu identidad y cuides tus recursos. Para Marvel, quienes en la lucha por la reivindicación de su cultura quieren subvertir el orden establecido son radicales, ergo, villanos. Y, ojo aquí: quienes deben controlar a los radicales, según Marvel, son los moderados que comparten con ellos la realidad de habitar la periferia. Es decir, el sur global contra el sur global.
Este discurso conservador de apariencia progresista puede leerse como un intento de sembrar temor hacia todo aquello que parezca una “solución radical” a los problemas del mundo. Y se difunde en un momento en el que el sur global, que China e India quieren liderar, busca trastocar el sistema mundial engendrado por Occidente, el norte global. Si ampliamos la mirada histórica, veremos que esta revolución no comenzó en el siglo XXI. Tras la Segunda Guerra Mundial se dio el proceso más rápido y extenso de descolonización de antiguos territorios explotados por los imperios europeos, principalmente en África y Asia. La lucha de estos pueblos por su soberanía política y económica se vio opacada por la rivalidad entre los bloques capitalista, liderado por EEUU, y socialista, encabezado por la URSS. En los años 70 hubo un intento de formar un tercer bloque de estados no alineados como contrapeso a los otros dos, pero fracasó debido a la crisis de la deuda que hundió la economía de naciones emergentes.
La irrupción de China, primero, y de la India, después, ha dado nuevo impulso al sur global que ya no ve a Europa Occidental y Norteamérica como únicos socios posibles, aunque dichos espacios sigan representando una alternativa de vida a través de la migración, con la cual alivian el estancamiento demográfico de los países receptores a la vez que ganan espacios de representación. Cierro con una hipótesis: la necesidad de difundir mensajes conservadores de fachada progresista, como el de Marvel, responde al temor del norte global respecto a la creciente fuerza del sur global, dentro y fuera de su espacio. “Bienvenida la periferia moderada que combate a la periferia radical”, parece ser la consigna.