Las razones detrás de la guerra de Israel

Ali Jamenei y Benjamin Netanyahu. La guerra de Israel

(Por Arturo González González) La guerra que Israel escala contra Palestina y Líbano, y a la cual Irán ha reaccionado, es una etapa más del caos de la crisis del orden mundial liberal liderado por Estados Unidos

Para el gobierno sionista de Benjamin Netanyahu, este es el momento para avanzar lo más que se pueda en sus objetivos maximalistas. 

Dichos objetivos son: eliminar a sus enemigos del Eje de la Resistencia golpeando su capacidad operativa y base política y social, y expulsar a la población de territorios que considera parte de su espacio vital para su seguridad e intereses. 

Como lo dije en su momento, la escalada era cuestión de tiempo. Estamos ya frente a una guerra regional de alcance internacional.

Todo (no) comenzó un 7 de octubre

El pretexto de la guerra actual de Israel fue el ataque del 7 de octubre de 2023 por parte del grupo extremista palestino Hamás, respaldado posteriormente por la milicia libanesa Hezbolá. 

Hoy sabemos que Tel Aviv tuvo conocimiento por anticipado de ese ataque, pero lo desestimó por error o lo desatendió deliberadamente. 

La forma de proceder de Israel tras el ataque refuerza la tesis de la desatención deliberada. Pero pensar que esta tragedia comenzó hace un año es completamente erróneo. Tan erróneo como sostener que las fuerzas sionistas israelíes sólo están respondiendo a dicho ataque. 

La desproporción de las acciones de las Fuerza de Defensa de Israel (FDI) apuntan a que el gobierno de Netanyahu venía preparando la escalada desde hace tiempo y sólo esperaba el momento más adecuado para ejecutarla. Hay muchos intereses en juego. 

Es necesario explorar las verdaderas motivaciones e implicaciones que tiene esta escalada. Y para ello debemos atender las razones expresas y veladas, y analizar el conflicto y su posible impacto en términos históricos, geopolíticos, políticos, económicos, geoeconómicos, sociales e, incluso, filosóficos.

Israel-Palestina: conflicto viejo, escalada nueva

El conflicto entre Israel y Palestina tiene raíces profundas que se remontan a la creación del Estado de Israel en 1948 y la subsecuente Guerra Árabe-Israelí, conocida en árabe como la nakba.

Los palestinos, desplazados y despojados de su tierra, han resistido mediante diversas facciones, entre las cuales Hamás se destaca como el más radicalizado. La lucha por el territorio de Gaza y Cisjordania sigue siendo el epicentro del conflicto.

Es imposible soslayar la estrategia de colonialismo de poblamiento que lleva a cabo Israel desde hace décadas para despojar a los palestinos de ambas zonas de sus propiedades. 

Esta estrategia ha permitido a Tel Aviv ampliar el control sobre los territorios palestinos, pero también ha incrementado el resentimiento por parte de la población árabe.

El asesinato en Teherán por parte de Israel del líder político de Hamás, Ismail Haniya, el pasado 31 de julio, dejó en claro los alcances del gobierno de Netanyahu para concretar sus objetivos.

Líbano, el otro frente de Israel

El Líbano ha sido escenario de múltiples conflictos con Israel desde los años 70. Particularmente la invasión israelí de 1982 dio pie a la creación de Hezbolá, una milicia chií apoyada hoy por Irán, que se consolidó como una fuerza militar y política, combatiendo tanto la ocupación israelí del sur del Líbano como cualquier intento de influencia de Israel en el país. 

Es de suma importancia recordar que mientras Líbano en esos años nunca invadió Israel, Israel sí invadió Líbano. La última guerra abierta entre Israel y Líbano fue la de 2006, que duró un mes y que significó un golpe de orgullo para Israel, que no pudo derrotar a Hezbolá.

La operación militar israelí reciente contra el Líbano comenzó hace unos días con la detonación de los equipos de telecomunicaciones de los mandos de Hezbolá. 

Continuó con bombardeos a ciudades y pueblos del sur del Líbano. Y se ha extendido a los más recientes bombardeos aéreos en la capital, Beirut, y a incursiones terrestres en el sur del país árabe. El resultado son cientos de muertos, buena parte de ellos civiles, y miles de desplazados.

Israel ha dicho que lo que pretende es eliminar a todas las cabezas de Hezbolá como lo ha intentado con los líderes de Hamás. 

Hace unos días se confirmó la muerte en un ataque israelí de Hasán Nasralá, líder político y religioso de Hezbolá, un hecho que sacude todo el tablero con consecuencias imprevisibles. 

Las fuerzas israelíes ya están en la etapa de la incursión terrestre, más limitada por ahora que la llevada a cabo en Gaza, en donde han arrasado todo a su paso. Lo que queda de Hezbolá se agrupa para enfrentar a los invasores.

Irán ha reaccionado con un bombardeo masivo contra Israel, al que Netanyahu y sus aliados prometen responder. La guerra total vuelve a asomarse en el horizonte.

Las potencias regionales y mundiales siguen de cerca los acontecimientos que son cruciales y que marcan un antes y un después en el statu quo de Oriente Medio.

El papel central de Estados Unidos

El actual conflicto no se puede entender sin considerar el marco geopolítico regional, con actores clave como Irán, Arabia Saudí, EEUU, Turquía, Rusia e, incluso, China. 

Israel ha mantenido una postura agresiva frente a las facciones armadas palestinas y libanesas con el apoyo explícito de EEUU, su principal aliado desde la Guerra Fría y primer proveedor de recursos bélicos y monetarios. Nada de lo que hace hoy Tel Aviv sería posible sin el respaldo de Washington. 

Uno de los responsables de la actitud cada vez más temeraria de Netanyahu es Donald Trump, quien durante su presidencia alentó al gobierno israelí a desplegar una estrategia para dividir al mundo musulmán respecto al apoyo a Pelestina.

Los Acuerdos de Abraham, dentro de los cuales se incluye el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, buscaban aislar a la causa palestina y al Eje de la Resistencia que lidera Irán (país no árabe y de mayoría chií) a través de pactos y promesas con algunos países árabes suníes.

Los ataques de Hamás del 7 de octubre congelaron los acuerdo, pero no los objetivos del gobierno sionista de Israel que hoy, más en la práctica que en el discurso, son respaldados por el gobierno estadounidense de Joe Biden.

El Eje de la Resistencia y la Entente de Eurasia

Hamás y Hezbolá forman parte del Eje de la Resistencia liderado por la República Teocrática de Irán. Incluye también a Siria, las milicias chiíes de Irak y los rebeldes hutíes de Yemen, entre otras facciones. 

El objetivo del eje es acabar con el Estado sionista de Israel y recuperar los territorios ocupados desde 1948 para la población árabe y musulmana.

El conflicto tiene lugar en medio de un reordenamiento global donde potencias como Rusia y China (la Entente de Eurasia) buscan desafiar el dominio occidental para crear un orden multipolar, mientras Irán aprovecha la fragmentación geopolítica para expandir su influencia. 

El apoyo militar de Irán a Hezbolá y Hamás busca consolidar una línea de confrontación con Israel en el Levante, en tanto Rusia ha mantenido un juego estratégico en Siria y apoya, de forma cada vez menos velada, las facciones antiisraelíes.

Otras potencias regionales, como Turquía, levantan la voz contra las agresiones de Israel, pero hacen poco más para intentar frenar a Tel Aviv. 

No podemos olvidar que Turquía pertenece a la Alianza Atlántica (OTAN), que lidera EEUU, y que cualquier acción contra Tel Aviv sería tomada a mal en Washington. 

Llama la atención el débil papel que desempeña la Unión Europea en el conflicto, ya sea secundando en parte a EEUU, o censurando sin consecuencias los excesos de Israel.

Pero internamente también hay mucho en juego.

De Israel a Irán, el juego político interno

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha adoptado una política de mano dura frente a Hamás y Hezbolá como parte de su plataforma de seguridad. 

Utiliza la violencia como una forma de consolidar su base política y desviar la atención de las crisis internas, incluyendo las críticas por corrupción y las protestas masivas en su contra. 

La actual ofensiva busca eliminar a Hamás como fuerza política y militar en Gaza, debilitando simultáneamente a Hezbolá en el Líbano. 

Sin embargo, más allá de la seguridad, Netanyahu busca asegurar el control territorial sobre Cisjordania, expandiendo los asentamientos y reduciendo las posibilidades de un Estado palestino.

Tanto Hamás como Hezbolá operan bajo una combinación de ideología islamista y resistencia nacionalista. 

Hamás ha capitalizado el descontento de los palestinos por la ocupación y el bloqueo israelí en Gaza, mientras que Hezbolá se ha posicionado como el defensor del Líbano frente a Israel. 

Hasta los recientes embates israelíes, ambas organizaciones veían en el conflicto una oportunidad para reforzar su legitimidad interna y regional, presentándose como defensores de la causa palestina y de la resistencia árabe-musulmana.

Israel ha asestado duros golpes a ambas organizaciones, de los cuales les costará recuperarse. 

Sin embargo, pensar que dichos golpes serán suficientes para neutralizar toda la resistencia árabe contra el sionismo armado de Israel, es una apuesta torpe. Por el contrario, el sentimiento antiisraelí aumentará en las sociedades libanesa y palestina.

En cuanto a Irán, ha utilizado su apoyo a estos grupos para expandir su influencia en la región y desafiar a Israel y sus aliados, principalmente Arabia Saudí y EEUU. 

En el contexto actual, Irán ve la guerra como una oportunidad para mantener a Israel en constante tensión militar y evitar que logre estabilidad en sus fronteras. 

Además, con las elecciones estadounidenses a la vuelta de la esquina, la escalada bélica puede generar divisiones internas en EEUU, con sectores presionando a favor de una intervención directa a favor de Israel y otros pidiendo frenar a Netanyahu.

Lo que hay detrás del discurso

Israel busca no sólo la neutralización de Hamás y Hezbolá, sino también la consolidación de su dominio territorial en Cisjordania, Gaza y algo más allá. 

La expansión de asentamientos y el debilitamiento de los actores que podrían reclamar el establecimiento de un Estado palestino se alinean con el objetivo velado de Netanyahu de modificar las fronteras de facto. 

Asimismo, la escalada de tensiones podría ayudar a Israel a fortalecer lazos militares con potencias como India y países del Golfo, quienes ven en Irán una amenaza común.

Para Irán, el conflicto es una estrategia para mantener la presión sobre Israel, fragmentar su poder militar, y evitar una normalización de relaciones entre Israel y sus vecinos árabes, como lo intentaban los Acuerdos de Abraham impulsados por Trump.

Además, al mantener una confrontación constante en la región, Irán puede desviar la atención de sus propios problemas internos, como las protestas antiautoritarias, las sanciones internacionales y la crisis económica.

El equilibrio es muy frágil. Irán dice no querer una guerra abierta con Israel, pero tampoco puede permitir que Netanyahu se salga con la suya.

Desde una perspectiva geoeconómica, el control de territorios clave, especialmente en Gaza y el sur del Líbano, es estratégico no solo por su valor simbólico o militar, sino también por su importancia en las rutas comerciales emergentes. 

El Corredor Económico India-Medio Oriente-Europa (IMEC), del cual Israel es una etapa central, busca competir con la Nueva Ruta de la Seda de China, a la cual se adhiere Irán, y el control del Levante es crucial para su éxito. 

Tanto Israel como sus aliados occidentales ven en este proyecto una vía de diversificación comercial, mientras que Irán y sus socios lo perciben como una amenaza que podría aislarlos económicamente.

Impacto humano y ético de la guerra de Israel

La guerra de Israel ha tenido un costo devastador en términos humanos. Cientos de miles de palestinos y libaneses han sido asesinados, heridos o desplazados por los bombardeos israelíes. 

Mientras tanto, en Israel los ataques terroristas y con cohetes de Hamás y Hezbolá también han causado muertes, poco más de mil quinientas, y daños, pero mucho menores. 

El ciclo de violencia perpetúa la radicalización y crea una generación de personas marcadas por el trauma y el resentimiento, alimentando futuras olas de enfrentamiento.

El conflicto también ha generado una polarización global. Países que apoyan a Ucrania en su resistencia contra Rusia tienden a justificar las acciones de Israel como defensa legítima. 

Y aquellos que justifican la invasión rusa suelen solidarizarse con los palestinos y Hezbolá, viendo en la guerra una lucha contra la ocupación y el imperialismo occidental. 

Esta división refleja una creciente tendencia a interpretar los conflictos globales a través de lentes ideológicos simplificados, donde se ignoran las complejidades de cada situación. 

Desde una postura ética coherente, quien cuestiona la invasión rusa a Ucrania debería criticar de igual forma la desproporcionada cruzada bélica de Israel contra Palestina y Líbano

O ¿acaso nadie en Occidente se da cuenta de que seguir apoyando al gobierno sionista de Tel Aviv con armas y dinero socava los argumentos bajo los cuales se brinda ayuda a Ucrania? 

No hay sentido común, sólo conveniencia ideológica.

El riesgo de una escalada generalizada

Ahora bien, si el conflicto se intensifica aún más, podría desestabilizar toda la región y más allá. 

Una guerra abierta y directa entre Israel e Irán es mucho más probable ahora, lo que involucraría a EEUU, Arabia Saudí, Turquía y, de forma indirecta, a otros actores globales, como Rusia y China. 

Esto podría perturbar aún más las rutas comerciales de energía y recursos naturales en el Golfo Pérsico, afectando los mercados energéticos y exacerbando la crisis económica global.

Además, podría haber un resurgimiento de grupos terroristas en la región y un aumento de los flujos migratorios hacia Europa y otros países.

La guerra de Netanyahu contra Palestina y Líbano hoy y mañana contra Irán, es mucho más que una simple operación para garantizar la seguridad del Estado israelí. 

Forma parte de la caótica transición entre una época y otra. Refleja tensiones históricas, geopolíticas, geoeconómicas y filosóficas profundas. 

Los objetivos expresos de Israel de neutralizar a Hamás y Hezbolá encubren una estrategia más amplia de control territorial, consolidación política y consecución de intereses económicos. 

Por su parte, Irán utiliza el conflicto para desafiar a Israel, mantener su influencia en la región y el control político interno. 

La escalada actual tiene el potencial de desestabilizar no sólo el Medio Oriente, sino también la economía global y el orden mundial ya de por sí trastocado. 

Las consecuencias de una guerra más grande podrían ser devastadoras, no sólo en términos humanos, sino en la configuración futura del mundo.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.