(Por Arturo González González) Trump no iba a ser presidente de EEUU. El Brexit no iba a ser aprobado. Rusia no iba a invadir Ucrania. Al menos eso dijeron los expertos económicos en su momento. Pero se equivocaron. ¿Por qué? Una forma de decirlo es que la realidad siempre es más compleja de lo que creemos. Pero también podemos afirmar que una nueva era trae consigo nuevos paradigmas.
Apostar sólo por un factor, en este caso el económico, para proyectar el curso de un acontecimiento, es una decisión que muy probablemente conducirá al error. Sobre todo cuando las antiguas variables y los viejos paradigmas comienzan a perder sentido.
En 1938, los economistas Wilhelm Röpke y Alexander Rüstow, en su participación durante el Coloquio Walter Lippman de París, declararon:
“Los últimos avances en el análisis puramente económico nos han ayudado mucho a comprender mejor la mecánica de las oscilaciones económicas. Pero en este caso, de nuevo, se ha alcanzado el refinamiento en el detalle a cambio de la ceguera con respecto a los contextos extraeconómicos que constituyen el problema de la realidad”.
Un año después, la Alemania Nazi les dio la razón a Röpke y Rüstow con la invasión a Polonia.
Los expertos que no vieron a Trump presidente, al Reino Unido fuera de la Unión Europea y a Rusia dentro de Ucrania, pensaron que sus valoraciones económicas eran suficientes para descartar los escenarios fuera de su lógica. Se enfocaron en un factor y se cegaron frente a los contextos extraeconómicos de la realidad.
Sin embargo, no debemos culpar totalmente a estos especialistas de su fallo. Durante años sus paradigmas operaron, la hiperglobalización tenía un rostro definido y marcaba ciertas pautas predecibles. Funcionaron… hasta que dejaron de hacerlo.
Lo que el viento (global) se llevó
Cuando un sistema entra en crisis, sus parámetros y variables centrales también lo hacen. Otros elementos cobran relevancia y las valoraciones que antes se creían indispensables para construir escenarios viables futuros, se convierten en una más de la pléyade de factores. Es lo que pasa ahora.
La hiperglobalización empujada por el neoliberalismo ha entrado en crisis, acompañada del declive de la hegemonía estadounidense que construyó un orden mundial liberal presuntamente permanente e irreversible.
De forma gradual, pero sostenida, se ha puesto en duda la efectividad perenne y ubicua de las recetas económicas neoliberales, mismas que son enfrentadas con más éxito que antes desde los ámbitos extraeconómicos.
La era del “no importa quién gobierne para la verdad liberal” se precipita a su fin.
La policrisis que vivimos nos muestra la realidad de una profunda transformación en la que los viejos paradigmas son insuficientes para entender el nuevo entorno internacional.
Vivimos crisis políticas, geopolíticas, sociales, económicas, sanitarias y hasta culturales. Crisis en el sentido de mutación, principalmente, pero también, en varios casos, en el de debacle. ¿Cuál es el nuevo orden que nace? No queda del todo claro aún, pero hay algunas pistas.
China, en eje con Rusia y otras potencias antiliberales, luego de beneficiarse económicamente de la hiperglobalización, impulsa un nuevo orden mundial post liberal y post liderazgo estadounidense. Hay quienes lo llaman orden multipolar, con varios bloques y hegemonías regionales.
Es lo que los organismos internacionales llaman la era de la fragmentación. Del mundo unitario hiperglobal pasamos al mundo global hecho de mundos regionales.
Nuevos paradigmas para una nueva era
Un rasgo característico de la nueva era global es el cambio del paradigma rector de la realidad. De la primacía del factor económico, donde todo dependía de rendimientos y proyecciones de crecimientos, transitamos hacia un esquema de diversificación de enfoques.
Ya no es sólo la macroeconomía, también son la política, geopolítica, geoeconomía, tecnología, religión, cultura, sociedad y… la ideología, aquella que se creyó superada con el ascenso de la verdad global neoliberal.
El retorno y/o resistencia activa del estatismo, el socialismo de masas, el fascismo, el clasismo, el machismo y el nacionalismo, así como el auge de los feminismos, las ideologías de género, los pluralismos culturales y religiosos, demuestran el peso de la cuestión ideológica.
Un elemento central en la nueva ecuación es la historia. El globalismo neoliberal intentó decretar el “fin de la historia” y fracasó rotundamente. Hoy, esta disciplina cobra una relevancia renovada para entender la realidad del mundo.
Si queremos trazar rutas posibles para el futuro, debemos comprender el presente, y para comprender el presente es necesario analizar a conciencia el pasado.
En este sentido, el análisis global con perspectiva histórica se erige hoy como una nueva mirada para decidir el futuro del mundo y de los estados, empresas y organizaciones sociales que lo conforman. Esa es mi propuesta, la cual plantea también nuevos paradigmas.
Un enfoque multidisciplinario
Quien cree que el valor de una persona está en la riqueza que posee, enfocará su vida en hallar la manera de hacerse rico. Y es muy probable que todos sus juicios estén vinculados a ello.
De igual manera, un orden mundial en el que el crecimiento sin fin es el único objetivo producirá un paradigma de análisis de la realidad en el que la economía sea el único factor. Lo vimos en la época de la hiperglobalización: el criterio para interpretar la realidad mundial era el económico.
Pero así como la riqueza de una persona depende de múltiples factores además de su voluntad, la economía está sujeta a variables o contextos extraeconómicos. Si los ignoramos, crearemos una imagen ficticia de la realidad que, tarde o temprano, caerá por las fuerzas de la realidad misma.
No debemos privarnos de la multiplicidad de enfoques, formas alternativas de abordar el devenir del mundo.
La hiperespecialización del conocimiento ayuda a ganar profundidad en el análisis, pero tiene el inconveniente de cubrir con velos otras áreas. Observar a detalle sólo un árbol no nos permite entender el ecosistema del bosque.
Mirar la realidad bajo nuevos paradigmas
La geopolítica nos ayuda a entender por qué Rusia invadió Ucrania pese al riesgo de ver su economía sacudida por sanciones occidentales.
La política es un componente relevante a la hora de analizar la obcecación del gobierno sionista de Israel con arrasar Gaza.
La geoeconomía nos brinda claves para comprender la importancia que tiene para China el control de Taiwán.
Todos estos hechos son tocados por la economía, pero también por todas las variables restantes, de las cuales considero a la historia y la filosofía de particular relevancia.
La historia nos aporta una mirada de fondo y contraste. Para el gobierno de China, por ejemplo, es de suma importancia poner de relieve la longevidad de la civilización estatal china, que suma más de dos milenios de existencia, frente a los dos siglos y medio de la república estadounidense.
Muchas de las decisiones que se toman en China pasan por el cristal de esta diferencia histórica. Para Washington, el ascenso del gigante asiático representa una novedad; para Pekín se trata de una corrección histórica.
También la historia nos permite observar los impulsos expansionistas de Rusia, un estado que desde sus orígenes ve en la conquista de territorios un elemento básico de su seguridad y existencia.
De manera similar, el papel de potencia del Sur Global que juega hoy la India no puede entenderse sin la historia antigua y reciente del subcontinente indio.
Durante siglos, la civilización india sirvió de puente entre Occidente y el Lejano Oriente, papel que la República de la India intentó retomar tras su independencia en 1947.
El resurgir de la filosofía
Respecto a la filosofía, podemos decir que está de regreso. Y no porque se haya ido, sino que ha cobrado un nuevo impulso que sólo puede entenderse por la crisis del viejo orden global.
Desde el siglo VI a. C., todas las épocas de transición de la historia han sido acompañadas de la irrupción o renovación de escuelas filosóficas.
Asistimos hoy a una ola de revisionismo –gracias en parte a las redes sociales virtuales– de corrientes como el epicureísmo, estoicismo, idealismo, materialismo, liberalismo, relativismo, etc.
Pero la filosofía no sólo se asoma hoy para dar soporte ideológico, también ayuda a sostener una visión crítica de la cambiante realidad.
En la medida en la que nos adentramos en el estudio filosófico adquirimos herramientas más sólidas para cuestionar las decisiones que toman los líderes del mundo además de cuestionar nuestro papel en ese concierto.
Gracias a la filosofía, comprendemos, por ejemplo, que la riqueza es una condición relativa que necesita de la pobreza.
Sólo a través de una postura crítica es que podemos fortalecernos en una ética sólida que nos conduzca a actuar en beneficio de la supervivencia de nuestras organizaciones y de la comunidad humana en general.
En suma, el análisis global con perspectiva histórica, que se vale de los enfoques mencionados, implica la observación de los contrastes, pero también es una invitación a la acción en la nueva era bajo nuevos paradigmas