El mundo entre China y EEUU, una aldea para dos gigantes

(Por Arturo González González) “La Tierra es lo suficientemente grande como para que China y EEUU puedan desarrollarse juntas y prosperar por separado”. Esta fue una de las frases que el presidente de China, Xi Jinping, le expresó al secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, al recibirlo en el Gran Salón del Pueblo de Pekín el viernes 26 de abril de 2024.

Con la breve reunión con el mandatario chino, Blinken concluyó su visita de tres días al gigante de Asia para dar seguimiento a los esfuerzos de estabilización de la relación bilateral. Las palabras de Xi sugieren un nuevo orden global con dos superpotencias gestionando los problemas del mundo, pero con sus propios espacios de influencia. 

La pregunta me salta de inmediato: ¿en verdad el mundo es tan grande como para albergar a dos gigantes sin que entren en lucha?

Un mito antiguo

Una antigua leyenda griega cuenta que Oto y Efialtes eran dos hermanos gigantes hijos de Aloeo e Ifimedea. Un día fueron convocados por su padre para acudir a una isla y rescatar a su madre y a su hermana Pancrátide que habían sido secuestradas. 

Los hermanos decidieron instalarse en la isla y gobernarla. Pero al no ponerse de acuerdo sobre quién tenía más derecho de ejercer el gobierno, entablaron un duelo que los llevó a darse una muerte recíproca. Tal parece que la isla no era lo suficientemente grande para albergar el ego de los dos gigantes.

Pero vayamos del mito a la historia. 

Una vieja historia

En el año 166 d.C., una embajada del Imperio romano de los Antoninos arribó a Luoyang, entonces capital del Imperio chino Han, para entrevistarse con el emperador Huan y entablar relaciones diplomáticas entre ambos imperios. 

Roma y China se encontraban en los extremos del mundo conocido y sabían muy poco la una de la otra. No obstante, había un comercio regular entre ambas a través de la Ruta de la Seda y su versión marítima. 

En esos tiempos de caminos recorridos a pie o a caballo y camello, el mundo era lo suficientemente grande para la existencia paralela de dos colosos que en ese entonces eran los imperios más ricos del orbe conocido. 

Pero no era tan grande para evitar el choque entre Roma y Partia, estados vecinos que al momento de la llegada de la embajada romana a China estaban por concluir una guerra de cinco años. 

Por cierto, el triunfal ejército romano fue recibido con loas y vítores en la Ciudad Eterna sin saber que traía consigo una maldición: un virus, posiblemente de viruela o sarampión, que se convirtió en una pandemia que hoy se conoce como la plaga antonina. 

El Covid-19 es una rima de historias antiguas.

Del ancho mundo a la aldea global

Conforme los horizontes se han ensanchado y cada vez más territorios y pueblos han sido incorporados a las civilizaciones dominantes, ha ocurrido un efecto paradójico: el mundo se ha hecho más pequeño gracias a la creciente velocidad de transporte y conexión. 

La era moderna, hija del choque-encuentro entre América y Eurafrasia, ha dejado constancia a lo largo de 500 años de que el planeta no es lo suficientemente extenso para albergar a dos o más superpotencias. 

Cuando el Imperio hispánico dominaba los mares, otras potencias europeas lo desafiaron y estalló la Guerra de los Treinta Años. 

Cuando Francia intentó sustentar su imperio mundial en su hegemonía de Europa, fue desafiada en la Guerra de Siete Años y las Guerras de Coalición por el Imperio británico. 

Y cuando éste creía no tener rival, Alemania le lanzó el duelo en dos guerras mundiales. 

En todos los casos mencionados, la ilusión de un mundo demasiado amplio reventó al sonido de la pólvora.

Los avances técnicos y la última ola de globalización han tratado hacer del mundo una aldea. ¿Caben en una misma aldea dos gigantes, sobre todo cuando ambos tienen objetivos e intereses diametralmente opuestos? 

Una hegemonía disputada

La hegemonía de EEUU se impuso como un mal necesario, incluso para la sociedad estadounidense, tras la Segunda Guerra Mundial. La primera potencia intentó organizar el mundo de la posguerra lidiando con un poderoso rival: la Unión Soviética. 

Hay quienes hoy comparan la rivalidad entre China y la Unión Americana con la Guerra Fría. Pero no nos confundamos: la URSS y EEUU eran mundos aparte. El intercambio comercial entre ellos era mínimo y, en consecuencia, muy baja su interdependencia. 

En contraste, las economías del gigante asiático y el titán americano siguen muy conectadas, con todo y guerra comercial. El orbe del siglo XXI es “más pequeño” que el del siglo XX. 

Que Moscú y Washington nunca se enfrentaran directamente se debió a varias razones: la amenaza nuclear de la destrucción mutua asegurada; la estructura de tratados de disuasión y contención, y, sobre todo, la disparidad en las capacidades de ambos países con un saldo muy a favor de los americanos. 

En el presente, la brecha entre China y EEUU es mucho menor, la arquitectura de tratados prácticamente ha desaparecido y el mundo se encuentra en una nueva carrera de armamentos y bajo un contexto de creciente inestabilidad.

China y EEUU, la relación necesaria

A inicios de abril, los presidentes de EEUU, Joe Biden, y China, Xi Jinping, hablaron por teléfono en lo que fue su primera conversación desde su encuentro en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) celebrada en California en noviembre de 2023. 

Los sendos comunicados oficiales de la llamada, de tonos y abordajes opuestos, dejaron en claro la complicada agenda en la relación más importante de nuestro tiempo. Los temas van desde Taiwán, Hong Kong, Xinjiang y el Mar Meridional, hasta el cambio climático, el narco, el comercio y la tecnología, pasando por Corea del Norte, Rusia y TikTok. 

El hecho de que el presidente Xi haya recibido en esta ocasión al secretario Blinken parece una buena señal en la ruta de la estabilización de la relación. El asunto es que los discursos de cada bando, así como sus acciones, demuestran la desconfianza que priva entre ambos gobiernos.

Es evidente que China está apoyando a Rusia en su guerra con Ucrania. Y lo está haciendo ya no sólo desde una aparente neutralidad diplomática, sino también desde el ámbito económico y tecnológico. 

Una parte de este apoyo se entiende por la alineación de intereses que existe entre Moscú y Pekín para desarticular el orden mundial liberal que defiende Washington. 

Pero quizá sea igual de relevante el hecho de que EEUU no muestra señales de dejar de apoyar a Taiwán en su lucha por mantener la independencia respecto a China. Y ésta es una de las principales líneas rojas del gobierno chino. 

Por eso, las advertencias que Blinken ha llevado a Pekín si no cesa el apoyo a Moscú, son tomadas por el régimen comunista como planteamientos incongruentes o intentos de imponer una línea sin reciprocidad.

China y EEUU, el choque de visiones

Pero las diferencias entre los dos colosos son más profundas y tienen que ver más con la forma en la que conciben un posible nuevo orden mundial. 

Si bien EEUU ha actuado de forma reactiva al surgimiento de China como potencia, ya sea aplicando medidas proteccionistas y una guerra arancelaria, ya sea reforzando el bloque económico norteamericano para estar en mejores posibilidades de competir con Asia-Pacífico, no ha dado visos de modificar su doctrina hacia el mundo. 

Washington sigue creyendo que el único sistema viable es el orden internacional basado en sus reglas liberales, cuyo cumplimiento requiere de una red de alianzas militares y políticas entre potencias occidentales y aliadas. 

Esta estrategia es vista por China como un intento de cerco que busca coartar su libertad de desarrollo y prosperidad. La justificación de Washington es que Pekín se observa cada vez más desafiante en su contexto cercano y no tan cercano.

La visión china apunta hacia la construcción de un orden multipolar basado en principios internacionales sustentados en cuatro proyectos planetarios: la Nueva Ruta de la Seda y las iniciativas de Desarrollo Global, Seguridad Global y Civilización Global. 

Con estas banderas, China pretende erigirse como una alternativa a la hegemonía estadounidense sin tener que construir una nueva hegemonía. 

Lo que Pekín pretende es un mundo en el que las grandes potencias se relacionen de forma horizontal, con respeto a sus respectivas formas de gobierno, tradiciones e ideologías, sin afectar mutuamente sus zonas de influencia y abriendo espacios a otros jugadores regionales y globales. Una especie de entente civilizatoria. 

Pero en el escenario más inmediato, China quiere que EEUU salga de Asia-Pacífico, región que considera, por historia y capacidades actuales, su territorio de influencia vital y “natural”. 

Demasiados intereses en un mismo espacio

A la luz de lo anterior, las visiones de ambas potencias parecen irreconciliables. Pero el problema no es tanto una cuestión del tamaño del mundo, sino de cómo organizarlo. 

Hay que considerar que, si bien EEUU y China son los actores estatales con mayor capacidad de proyección de poder e influencia, no son los únicos. Existen otros estados que reclaman un papel central en el nuevo orden global. 

La India, por ejemplo, es una potencia regional con miras a convertirse en mundial gracias a su crecimiento económico, su población, su geografía, su poder militar, la calidad de su diáspora y su papel de intermediario entre Occidente y Oriente. 

La India es la democracia liberal más grande del mundo, realidad que la acerca a los países occidentales. No obstante, el nacionalismo exclusivista y de corte autocrático del primer ministro Narendra Modi, la lleva a congeniar en varios aspectos con China y Rusia. 

También Rusia y la Unión Europea son jugadores de peso, por diferentes razones y con proyectos distintos a los demás. ¿No son demasiados intereses disímbolos y entrecruzados para un mismo mundo?

China y EEUU, el futuro posible

Considero que la única manera de alcanzar un entendimiento básico entre las grandes potencias es la negociación de concesiones dentro de un juego de suma no nula. 

Es decir, si China y EEUU aspiran a ganar en el nuevo escenario global, deben reconocer que sólo lo conseguirán si ambos ganan. 

En un juego de suma cero, el triunfo de uno implica la aniquilación del otro. Pero con las capacidades destructivas de hoy y la interdependencia prevaleciente, el intento de aniquilación del otro puede conducir a la aniquilación propia, como pasó con Oto y Efialtes. 

En la suma no nula, el triunfo de uno sólo puede conseguirse con el triunfo de todos los jugadores. Un ejemplo se asoma en el horizonte. 

Si EEUU quiere que China deje de apoyar a Rusia en su guerra con Ucrania, debería estar dispuesto a replantear su ayuda militar a Taiwán. 

Esto requiere de compromisos adyacentes, como que China no ejercerá por la fuerza su soberanía sobre Taipei, y que EEUU tomará en cuenta los intereses de Rusia.

Pero si EEUU amenaza con imponer sanciones a bancos chinos, como ha sugerido Anthony Blinken en su viaje reciente, en represalia por el respaldo a Rusia y sin escuchar los reclamos chinos respecto a Taiwán, es muy probable que la estabilización de la relación bilateral nunca se traduzca en cooperación real. Incluso, al contrario, el distanciamiento podría ser mayor. 

Y el mundo y sus problemas necesitan de la colaboración de ambos gigantes, no de su rivalidad hostil potencialmente suicida.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.