Si quieres la paz…

Bajo el mando de la OTAN, tropas británicas han reforzado la defensa de Estonia.

(Por Arturo González González) «Si quieres la paz, prepárate para la guerra«. Esta es la máxima de los belicistas del mundo. No hay paz sin armas. No hay paz sin ejércitos preparados. Parece un oxímoron. Y hasta cierto punto lo es.

La frase original es muy antigua y un poco diferente. El autor es Flavio Vegecio, un escritor romano de finales del siglo IV d. C, que escribió un conocido tratado titulado De re militari (Instituciones militares), en el que se lee:

«Quien desea la paz, que prepare la guerra. Quien desea la victoria, que entrene diligentemente a sus soldados. Quien anhela buenos resultados, que luche con habilidad, no por casualidad.»

Detrás de estas palabras se esconde una visión del mundo: quien siempre se muestra listo para pelear, probablemente nunca tenga que hacerlo. Pero la realidad no funciona así. Lo sabemos.

Si algo nos ha enseñado la historia es que cuando los ejércitos se arman, los tambores de guerra suenan justo antes que los fusiles y las bombas. Y el presente se suma a la lista de ejemplos históricos.

El número de conflictos activos hoy es el más alto desde la Segunda Guerra Mundial. Los conflictos locales se vuelven guerras internas. Las guerras internas se convierten en regionales. Las guerras regionales se transforman en internacionales.

Las generaciones actuales atestiguan la peor etapa de inestabilidad de sus vidas. La incertidumbre es la norma. Frente a esta realidad, hay tres preguntas que debemos plantearnos: ¿qué está pasando? ¿Por qué? Y ¿qué hacer? Empecemos por lo que ocurre.

Un mundo más conflictivo

El Instituto para la Economía y la Paz publicó en días pasados el informe del Índice Global de Paz (IGP) 2024. Entre los hallazgos más relevantes destaca que actualmente existen 56 conflictos en los que participa al menos un estado, el número más alto desde 1945.

Un rasgo de estas guerras es su creciente internacionalización y prueba de ello es que 92 países están involucrados, directa o indirectamente, en conflictos externos. Se trata de la cifra más alta desde los inicios del IGP en 2008.

Además, 97 estados sufrieron un deterioro de la paz, también el número más alto en la historia del índice.

El extraordinario escenario belicista cobra altas facturas humanas y económicas. Las muertes en combate han alcanzado el máximo en 30 años.

Más de 95 millones de personas se encuentran en condición de refugiadas o desplazadas debido a las guerras.

El impacto económico global de la violencia fue de 19.1 billones de dólares en 2023, equivalente al 13.5 % del PIB global. Para darnos una idea, dicho monto representa poco más que el PIB de la Unión Europea.

Si dividimos el costo total de los conflictos entre los habitantes del planeta, nos toca pagar a cada uno 2,380 dólares.

Si quieres la paz… ¿invierte en armas?

Pero el impacto de la guerra es desigual. Los países y sectores de población más afectados son los menos ricos.

Además, los países fabricantes y exportadores de armas obtienen pingües beneficios con la venta de equipos y armamentos. Tales son los casos de EEUU, Rusia, China, Francia, Alemania, Reino Unido, Italia e Israel.

No es de extrañar que, de esos ocho países, dos participan en guerras de forma directa, cinco de manera indirecta y uno soterradamente.

La lógica del negocio de la violencia funciona así: a mayor inestabilidad, más tensión; a mayor tensión, más conflictos, y más conflictos significan más ganancias para la industria de la guerra.

Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), el gasto militar mundial alcanzó una cifra récord en 2023. El gasto total a nivel global fue de 2.24 billones de dólares, equivalente al PIB de un país desarrollado como Canadá.

El monto representa 1.6 veces la inversión global en energía limpia y tecnologías relacionadas. Es decir, se gasta más en la guerra que lo que se invierte en revertir el cambio climático.

Y los países que más gastan en sus aparatos militares son EEUU, con el 39 % del monto global; China, con el 13 %, y Rusia con el 3 %.

Y no sólo en armamento convencional

Pero no sólo se invierte más en armamento convencional. El arsenal nuclear también registra incrementos, como lo reportó recientemente el mismo SIPRI.

Son nueve los países con armas nucleares: EEUU, Rusia, China, RU, Francia, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel.

El SIPRI advierte que estos estados no solo están modernizando sus arsenales nucleares y ampliando sus capacidades, sino que también aumentan el número de ojivas desplegadas, listas para usarse.

El 90 % de las 12,121 cabezas nucleares existentes en el mundo están en manos de EEUU y Rusia. Se estima que una tercera parte de esas ojivas están desplegadas en misiles y aviones, y una sexta parte se mantiene en estado de alerta operativa alta en misiles balísticos.

Las guerras en Ucrania y Palestina y las tensiones crecientes en la península de Corea y en Taiwán debilitan la diplomacia del desarme nuclear en un momento en el que la arquitectura de tratados de control de armas atómicas se ha ido desmantelando.

Si quieres la paz… ¿por qué la vetas?

Antes de continuar, observemos algo. Dentro de los ocho países que más fabrican y venden armas convencionales, los diez que más gastan en sus aparatos militares y los nueve que poseen arsenales nucleares, están los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU: EEUU, Rusia, China, Francia y RU.

Son los únicos con derecho de veto en el máximo órgano de Naciones Unidas. Ninguna iniciativa de paz propuesta en el Consejo de Seguridad pasará si no tiene el aval de los “cinco grandes”.

Este hecho, de suyo escandaloso, nos da pie a tratar de averiguar el porqué del aumento de la conflictividad global.

El recurso fácil de la insensibilidad y pereza mental es asegurar que “siempre ha habido guerras” y que, por lo tanto, “siempre las habrá”.

Si bien las guerras son tan antiguas como la civilización misma, un vistazo agudo a la historia nos permite ver que han existido periodos más conflictivos que otros.

Y que esta sucesión de etapas relativamente pacíficas y momentos de turbulencias mundiales tienen una explicación, como la tiene el pico de conflictos de la actualidad.

Comprendamos la guerra: los ciclos

Hace ya varios lustros que los teóricos del enfoque histórico de los sistemas-mundo (Giovanni Arrighi, Immanuel Wallerstein et al.) analizaron los ciclos hegemónicos de los últimos cinco siglos.

En sus estudios apuntan que luego de un sistema mundial organizado por una potencia hegemónica, se abre un período de transición en el que privan el desorden, las tensiones y los conflictos.

Dicho período se debe a que la potencia hegemónica agota sus capacidades de liderazgo y organización del mundo y se ve imposibilitada para hacer frente a la irrupción de competidores y rivales cada vez más fuertes.

Así, entre la debacle del dominio del Imperio español y el ascenso del liderazgo del imperio comercial neerlandés se suscitó la Guerra de los Treinta Años.

Entre la decadencia neerlandesa y el auge de la hegemonía del Imperio británico ocurrieron las Guerras de Coalición.

Y entre el declive británico y el ascenso de la hegemonía del imperio económico-militar estadounidense estallaron las dos guerras mundiales.

Bajo esta lógica, hoy somos testigos del repliegue del liderazgo estadounidense en un momento bisagra en el que las tensiones y guerras proliferan, mientras se construye un nuevo sistema mundial bajo una nueva hegemonía de la que aún no queda claro cuáles son sus códigos.

Si quieres la paz… entiende los signos

Los signos de la descomposición del viejo orden están ahí: la guerras en Europa del Este y Oriente Medio, y las tensiones en África subsahariana y Asia Pacífico, bastan como ejemplos. Lejos de caminar hacia una salida, estos conflictos tienden a escalar.

Ucrania se acerca cada vez más a la UE para mantenerse en pie. Rusia acaba de afianzar una alianza militar con Norcorea mientras avanza en Ucrania.

Israel desoye a medio mundo, arrasa Gaza y se alista para una guerra contra Líbano y posiblemente contra Irán.

China mantiene su apoyo a Rusia mientras ensaya un cerco a Taiwán.

La OTAN sostiene a Ucrania contra Rusia y EEUU amaga con intervenir en Taiwán en caso de una invasión china.

Europa se repliega del Sahel africano, mientras China y Rusia aumentan su presencia.

Una vez que sabemos por qué, preguntemos: ¿son las guerras, pues, inevitables o es posible evitarlas? La clave para responder está en los incentivos.

Comprendamos la guerra: incentivos económicos

Si bien la descomposición del orden mundial ofrece un escenario propicio para las guerras y tensiones, detrás de las hostilidades hay decisiones tomadas por gobiernos dirigidos por personas.

No hay una ley del destino que imponga la guerra como necesidad. El asunto está en ver cuál lado, la guerra o la paz, tiene más incentivos.

Si un amplio sector de las economías de las principales potencias del mundo está vinculado al negocio de las armas, los incentivos para el diálogo y la diplomacia serán menores que los incentivos para el conflicto. Cito algunos ejemplos claros de ello. 

Cálculos conservadores apuntan a que la industria bélica representa alrededor del 5 % del PIB de EEUU. Y no es para menos, las compañías que más venden armas en el mundo tienen su sede en el gigante americano.

En el caso de Rusia ocurre algo peculiar. Previo a la invasión a Ucrania, analistas económicos dijeron que la economía rusa se hundiría si Moscú por el peso del gasto militar y las sanciones occidentales.

Hoy el PIB de Rusia es el que más crece en Europa, y esto tiene que ver con que el Kremlin ha hecho de la economía rusa una economía de guerra dependiente hasta en un 30 % del aparato industrial militar.

Pero no sólo se trata de factores económicos.

Comprendamos la guerra: incentivos geopolíticos

Para Israel, uno de los principales incentivos de la avasalladora cruzada contra Gaza tiene que ver con la política y la geopolítica. El futuro del gobierno sionista de Benjamín Netanyahu depende de la guerra contra los “enemigos de Israel”.

Además, proyectos geopolíticos y geoeconómicos que atraviesan la región, como el Corredor India-Medio Oriente-Europa (IMEC, por sus siglas en inglés), también tienen su peso en la guerra.

Algo similar ocurre en Irán, en donde el incremento sostenido del gasto militar se debe principalmente a una doble lógica de poder: hacia dentro, para tratar de mantener el régimen teocrático unido frente a los “enemigos externos”, y hacia afuera, para aumentar la influencia de Irán como potencia regional en Oriente Medio.

Mención aparte merece China. Los principales incentivos del gigante asiático tienen que ver con la necesidad de construir una hegemonía regional en Asia Pacífico, para lo cual requiere aumentar el control sobre Taiwán y las aguas de los mares circundantes.

Pero la persistencia de la presencia de bases y la flota de EEUU en la zona representa un desafío constante.

Para Rusia y China, la expansión de sus capacidades militares forma parte de una estrategia que tiene como objetivo sustituir el orden global unipolar creado por EEUU, por otro multipolar con varios centros de poder.

Para Occidente, el gasto militar es el camino para tratar de contener al Eje de Eurasia y resistirse a la multipolaridad.

Si quieres la paz… incentívala

Como podemos ver, las condiciones históricas propician un juego de suma cero que aumenta las tensiones entre potencias.

Pero, también, la balanza de los incentivos económicos, políticos y geopolíticos hoy está del lado de la guerra.

Mientras la comunidad internacional –sobre todo aquellos países no involucrados en las guerras y tensiones– no genere contrapesos a esos incentivos guerreristas, el camino de la paz estará vedado.

Se abrirá cuando resulte más rentable y provechoso a las grandes potencias el disenso pacífico que la hostilidad belicista.

Si quieres la paz, alimenta sus incentivos. Porque una paz sin incentivos es una fantasía.

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Arturo G. González

Soy adicto a saber y descubrir algo nuevo todos los días. Me obsesiono con tratar de entender el mundo y la época que me tocó vivir. No puedo escapar a la necesidad de comprender por qué nuestra civilización es como es, y para ello leo noticias, opiniones, artículos de análisis y libros; escucho música y veo cine. Creo que el pasado vive en el presente, y que el presente es la pieza clave del futuro. Te invito a este viaje de pensamiento y descubrimiento cotidiano. Esta es mi visión del mundo.